No son los políticos, el problema está en la ley

El ex Presidente de La República Sebastián Piñera entregó al Servel una declaración de intereses y patrimonio, DIP por 600 millones de dólares, es decir que valorizó sus cosas en esa cantidad de dinero.

La cifra contrasta con la valorización que hizo la revista Forbes que cifró la fortuna del ex mandatario en 2.700 millones de dólares.

Una vez que se conoció el monto declarado al Servel y se contrastó con el monto publicado en Forbes, las críticas a Piñera comenzaron de inmediato, incluso desde su sector.

Más allá de la liviandad con que el mundo político ha tomado el tema, usando para ello redes sociales y medios digitales, lo importante es detenernos en una de las declaraciones posteriores del empresario candidato a La Moneda:

“Todos sabemos que muchas veces el avalúo fiscal o el valor de libro no refleja el verdadero valor económico del patrimonio” y eso traducido al español que usamos todos los chilenos significa que la ley que existe y que tiene -entre otras cosas importantes- como objetivo evitar el enriquecimiento ilícito de alguien que ocupe un cargo público, es simplemente ambigua.

Como dice el viejo refrán “hecha la ley, hecha la trampa”. Pareciera ser que el “mundo del poder” y todos sus habitantes ya saben cómo engañar al Servel. Como todos abusan de la norma nadie dirá que existe un problema en ella que permite que cada habitante de ese planeta la use como más le beneficie.

Entonces los argumentos de uno y otro únicamente servirán para atacar o defender a Sebastián Piñera, pero en concreto, nadie dirá o pondrá el énfasis en que la ley no sirve y que se interpreta dependiendo del color político de la persona que haga y presente su DIP.

No se extrañe si los medios de comunicación centrales no se lo explican, muchos de ellos son parte de estas cosas simples pero poderosas, extráñese si en nuestra provincia nos dedicamos a creer todo lo que ocurre en ese planeta y en otro que se llama Santiago.

No se concentre en los millones de Piñera, Guillier, Sánchez, Ossandón o cualquier otro, concéntrese por favor, en que la ley es ambigua y que cada cual puede abusarla como mejor le convenga.