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La Tribuna

Ex alumnos de hogar para menores se reencuentran tras 36 años

por Víctor Contreras

Historias duras que crearon hombres que decidieron volver al origen para mostrar a sus hijos la hermosura de la vida.

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Hoy en día vemos como en las redes sociales se crean diferentes eventos con motivo de un reencuentro de ex compañeros de colegio. Cursos enteros a veces celebran 10 o 15 años desde que se perdieron el rastro.

En la ciudad de Los Ángeles, un hecho similar, pero a la vez bastante particular, se dio cita en el recinto del ex hogar de menores El Peral, el cual fuera cerrado a fines de 1995.

Un grupo de amigos criados y formados en ese hogar de niños, decidió reunirse después de 36 años con la idea de formar una fundación que vaya en ayuda de otros menores que se encuentran en riesgo social al igual como lo estuvieron ellos.

Distinta suerte corrieron todos quienes estudiaron y vivieron en ese lugar, siendo 42 de ellos quienes llegaron a las envejecidas y deterioradas instalaciones para revivir momentos que marcaron su vida adulta, la que ahora podían compartir con sus amigos de la infancia.

UN REENCUENTRO ÚNICO EN SU CLASE

La última vez que se vieron no tenían idea del mundo exterior, ni mucho menos contaban con un segundo par de zapatos. La vida hasta ese entonces se había encargado de mostrarle la más dura de sus facetas.

El presente, sin embargo, les permitía contar historias de familia, un tema que en la época que les reunió por primera vez, no existían en sus conversaciones.

Se sentaron en las mismas sillas que lo hacían cuando eran niños. Bastantes pelos de menos y barrigas más pronunciadas daban testimonio de las casi cuatro décadas de ausencia en ese lugar.

Muchos de ellos fueron con sus hijos que no podían creer la realidad que sus padres tuvieron que vivir en ese lugar. La emoción embargaba a cada uno de los presentes y comenzaban a escucharse las historias que transformó a un grupo de adultos en niños por un día.

Todos empezaban a llamarse por sobrenombres que no escuchaban desde la época en hogar. Muchos no sabían sus nombres reales, sólo esos apodos que no se pronunciaban desde que cumplieron la enseñanza básica en El Peral.

Uno de los discursos más emotivos fue pronunciado por quien era conocido como el ‘Mazote’, quien en su época de hogar fue duramente castigado por demostrar cómo se comía una betarraga a unas autoridades de lo que ahora es el Sename.

En esa oportunidad, el niño era el encargado de mostrar la huerta a estas autoridades, muestra que el menor quiso amenizar mordiendo esta jugosa verdura que manchó toda su ropa, causando la risa de todos sus compañeros, lo que para el director del hogar, era una falta de respeto.

Por esto, el Mazote fue duramente castigado delante de todos, al punto de quedar sangrando. Luego de 40 años, y tras su emotivo discurso, uno de sus ex compañeros gritó tras finalizar: ¡se merece un juguito de betarraga! Haciendo pasar a todos de las lágrimas a una risa incontenible.

HISTORIAS DE FÚTBOL

Manuel Riquelme, uno de los asistentes a la reunión, contó que una vez iban a ir al estadio por primera vez. “Nos fueron a buscar en un camión, que nos llevaría por primera vez a todos a ver un partido real de fútbol, al subirnos al camión, nos entregaron a cada uno una manzana”, comenzó relatando.

“No faltó quien se comió la manzana altiro y tiró la coronta hacia afuera, con tanta mala suerte que le cayó en la pelada al director. Como nadie quiso admitir la culpa, nos bajaron a todos del camión sin siquiera haber salido del hogar, y esa fue lo más cerca que estuvimos de ir a un estadio de fútbol”, finalizó su anécdota.

Jaime Lagos, otro de los ex alumnos de El Peral, contó que una vez se hizo un campeonato de fútbol, “con una pelota de fútbol, lo que era absolutamente nuevo para nosotros, porque solíamos hacer pelotas con calcetines y trapos. El premio para el equipo ganador, era precisamente el balón”.

“Finalmente, después de jugar con todas las ganas que jamás tuvimos, porque el premio hacía que así fuera, con mi equipo, que era del dormitorio, ganamos el campeonato, lo jugamos con el alma. Llevamos la pelota a nuestra pieza y la admirábamos como el objeto más preciado que nunca habíamos visto”.

“Incluso cuando jugábamos con esa pelota, al terminar de usarla, la lavábamos y limpiábamos para que quedara reluciente. Para mí era lo más grande, ahora los papás les regalan pelotas todos los años a los niños. Es un recuerdo imborrable”, finalizó Lagos.

INICIATIVA

Claudio Echeverría fue quien organizó la junta y es el propulsor de la idea de la fundación que pretenden formar. “Con amor y cuidado, es posible criar y hacer surgir la vida de un niño que nació en condiciones desfavorables”, relata Echeverría.

Tras terminar sus estudios escolares, Claudio postuló a Carabineros como muchos de los niños del El Peral, ahí sacó su profesión de técnico en aire acondicionado y ahora tiene una empresa dedicada a esa especialidad en Santiago.

Se retiró con honores como suboficial de Carabineros y también hizo clases en la escuela de esa entidad.

“Ver ese lugar lleno de alegría nuevamente con todos riendo juntos, a pesar de tener voces roncas, era como escuchar puros niños riendo, fue una experiencia surrealista”, reflexionó el ex uniformado.

“Nosotros no queremos que se pierda ese lugar. La actividad la hicimos porque quería saber cómo estaban esos hermanos, y aprovechando de juntar nuestras experiencias y experticias para poder ayudar a otros niños”, comentó explicando la iniciativa.

“El terreno ahora pertenece a la Municipalidad, lo cual nos puede hacer postular a mejorar ese edificio, para que se ayude a los niños que más lo necesitan. Nosotros sin tener nuestra familia al lado, los niños eran nuestros hermanos”.

“Fui hijo de madre soltera, y entré al hogar porque mi mamá no tenía tiempo para cuidarme, ya que ella salía a trabajar. Queremos devolverle la mano a la vida y la comunidad”, remató Echeverría.

HISTORIAS DE SUPERACIÓN

Jaime Lagos Meza es ex niño del Peral y actual profesor especialista en artes musicales. Estudió en la Universidad de Chile, con la beca Presidente de la República, graduándose con distinción máxima, dando sus primeros pasos profesionales en la Municipalidad de Providencia.

También se ganó una beca para estudiar ingeniería luego de terminar la carrera musical, pero estando en cuarto año decidió que lo suyo era definitivamente la música y no estar en una oficina encerrado, ahí realmente descubrió su vocación artística y sinfónica.

“Mi mamá era epiléptica y no pudo criar a sus cuatro hijos, dos de los cuales fuimos al hogar, yo y mi hermano Patricio, quien salió antes del hogar para poder trabajar y ayudar a mi mamá”, relató Lagos sobre su experiencia en el hogar.

“Tuvimos que decidir quién de los dos hermanos estudiaba y cuál trabajaría, y como yo era el más mateo, entonces yo fui quien continuó estudiando en el internado”.

“Mi madre era folclorista e incluso llegó a conocer a Violeta Parra. Mi mamá era seca y me contaba que cuando yo estaba en su guatita ella me tocaba la guitarra durante todo el embarazo, por eso creo yo heredé el tacto musical”.

“En el hogar me decían el negro Meza, y cuando yo cantaba todos me aplaudían, ahí descubrí que me gustaba esa sensación”.

“Lo que siempre me ha gustado más han sido las orquestas sinfónicas, y me he dedicado a eso en Colegios particulares de Los Ángeles, he compuesto el himno de los colegios Saint George, San Ignacio, Marta Brunet, Bío Bío y  Liceo Santa Rita”, contó sobre su trayectoria.

Además, compuso la música central de la película chilena que retrata las aventuras de Pepe Antártico. Y lamenta que sea tan difícil para él entrar al sistema público y trabajar en colegios municipales, que es donde el más se siente a gusto enseñando.

También participa como líder musical en varias iglesias evangélicas y ha dictado seminarios cristianos sinfónicos a lo largo de Sudamérica.

Manuel Riquelme,  trabaja en una fábrica de muebles. “Tengo una magnífica esposa, Jacqueline, y una linda hija de 16 años, Ana María”, cuenta emocionado, ya que es un hito que realmente soñado en su vida.

“Creo que la vida me ha tratado bien. A mi hija le doy todo lo que puedo y quiero que no tenga que pasar lo que yo pasé cuando niño y adolescente”, comenta Riquelme.

“Por un minuto volvimos a ser niños”, dice sobre el reencuentro. “Yo llegué al hogar por orfandad. Éramos siete hermanos, de los cuales cinco estuvimos internados. Perdimos a mi papá y mi mamá muy niños”.

“En el hogar no salí por cinco años a ningún otro lado, de hecho yo no sabía ni donde estaba geográficamente ubicado, ya que era un niño y sólo conocía el interior del recinto.

“Se pasaron muchas penurias en el hogar, no me gustaría volver a vivirlo. Sin embargo, lo que nos une a todos nosotros ahora es esa dura experiencia, que nos marcó profundamente”, analizó.

No todos sus hermanos que fueron al hogar pudieron prosperar en la vida. “Uno de mis hermanos, José Rubén, no corrió una buena suerte. Él falleció el 2014 sumido en el vicio. Se dejó estar como persona. Y murió en situación de calle”, comentó triste.

“Estuvo en el Hogar de Cristo, era alcohólico y merodeaba por los alrededores de la Vega. Por más apoyo que se le ofrecía, él no podía salir de eso, el vicio fue muy fuerte y lo arrastro hasta una trágica muerte”, finalizó.

El grupo volverá a juntarse en enero en una reunión mucho más masiva y esperan para esa fecha ya contar con toda la ayuda municipal para realizar su anhelado proyecto. 

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