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La Tribuna

Aún devolvemos poco, ellos se merecen más

por Leslia Jorquera

"Su trayectoria y la sabiduría adquirida a lo largo de sus años los convierten en personas con una inteligencia madura, capaz de entender los fenómenos que rodean nuestras vidas con una mirada reflexiva y sabia que debe ser atendida por los más jóvenes".

Ayer, primero de octubre, los chilenos celebramos el “Día del adulto mayor” como una forma que tiene el Estado de reconocer la vida de quienes forjaron parte de la historia de nuestro país.

El festejo no sólo duró un día, por mandato legal, sino que se extendió al “Mes del adulto mayor” y, en consecuencia, tendremos todo octubre para rendirles homenaje.

Celebrar a nuestros padres, abuelos y tíos no sólo debe ser tarea de un día o un mes, pues es cierto que estamos en deuda, como sociedad y como Estado. Aún tienen pensiones miserables y un sistema de salud que, si bien privilegia su atención, los hace esperar más de lo debido.

Históricamente, nos hemos comportado como una nación asistencialista y, en este caso, lo hacemos mal, pues nos dedicamos a satisfacer necesidades, considerando a nuestros adultos mayores casi como incapacitados, con una suerte de regaloneo excesivo -que se merecen- que, si bien no los inhabilita, les coarta su posibilidad de seguir creciendo.

Su trayectoria y la sabiduría adquirida a lo largo de sus años los convierten en personas con una inteligencia madura, capaz de entender los fenómenos que rodean nuestras vidas con una mirada reflexiva y sabia que debe ser atendida por los más jóvenes.

Un jubilado o jubilada, además de todas esas dueñas de casa que trabajaron toda su vida por las nuestras, son personas eficientes y capaces de emprender.

Los adultos mayores de Chile y el mundo son personas activas que no sólo deben ser vistas como ancianos que merecen clases de baile, de tejidos o cualquier actividad que les haga bien, sino que son personas que pueden emprender y, bajo ese punto de vista, pueden ser un aporte a la vida de la provincia.

Está bien que se agrupen y presenten proyectos para pasarlo excelente y divertirse (como son esos hermosos viajes que financiamos todos los chilenos con nuestros impuestos), pero está mal que no los incentivemos y que muchas veces no les creamos sus ideas que nos parecen locas, pero que están llenas de una razón sabia, nacida de sus años de vida.

Estamos en deuda, porque sus pensiones son miserables; estamos en deuda, porque no les damos la salud que se merecen, pero, sobre todo, estamos en deuda porque nuestro amor a ellos nos lleva a darles descansos, en circunstancias que siguen activos para poder crear, innovar y emprender.

Si, además de todo nuestro amor asistencialista, les brindáramos amor al apoyarlos en sus ideas, tendríamos más microempresas funcionando y su realidad económica sería mucho mejor.

Muchos de nuestros adultos mayores tuvieron vidas rudas y traspasaron su amor a través de su trabajo, es momento de decirles cuánto los amamos y cuánto agradecemos todo lo que hicieron por nosotros con grandes abrazos y eternos “te amo”, pero, sobre todo, creyendo en ellos y respetando su sabiduría.

 

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