Mario Ríos Santander

“Bueno días don Mario”, me saluda afectuosamente, una de las miles de secretarias que colman oficinas, servicios, agencias diversas, instituciones en todos los barrios de Los Ángeles. Algunas no son muy simpáticas. Sienten que por fin tienen un poder en sus manos y están dispuesta a todo. Por lo demás, son las que, “manejan el Sistema”. Anuncian, sin que se les mueva una ceja de su cara que, “el Sistema está caído”, para luego sentenciar con algún dejo de arrogancia,   ”...y últimamente se ha demorado mucho en volver fíjese…”, sin soltar la visa de la pantalla, que se ha transformado en una especie de muralla China. En este caso, el cliente emula a los mongoles que obligaron a chinos construirla.  Por lo demás, la pantalla, en que se cobija la secretaria, también es China. 

“El Sistema”, nuevo personaje. Un día le consulté a una secretaria que de minuto en minuto, se engullía un caramelo, escondidos en el primer cajón de su escritorio, (en el primer cajón está la vida, en el último, los recuerdos de la cita del martes pasado…”), ¿Qué era el Sistema?  Lo hacía porque innumerables veces, después de los saludos tan coloquiales, reconociéndome con afecto y cariño, me pedía el carnet igual, “Es que el Sistema me lo pide don Mario”. ¿El Sistema?, ¿dónde está?.  ¿Nunca se regionalizó?.

El Estado, con mucha plata, logra clavar sus banderas burocráticas, sostenidas todas por la endémica enfermedad de la desconfianza, (algunos bancos piden la huella dactilar para cobrar un cheque), e inventa formas de control absoluta que, si bien es cierto, varias de ellas, teóricamente ayudan, (como son las guías y facturas electrónicas), concluyen mandando sobre todo el acontecer comercial, administrativo y de servicio. Entonces, “El Sistema”, es todo, una suerte de Constitución de la República en que todo debe estar sujeto a él, Señor todopoderoso cuyas potestades han llegado a niveles de tal magnitud que cuando se cae, paraliza todo. Y el mayor gasto en dinero que produce su  “caída”, (taxi esperando afuera, pago de estacionamiento comprometido, pérdidas de horas solicitadas en otro lugar, etc.), será de cuenta del cliente, tributador, usuario, otra condición, (hay decenas), todos pagan, “el servicio” por caerse.

Volví a la carga, ¿Qué es el Sistema?”.  La secretaria, algo incómoda, balbuceó algo.  Miró hacia el infinito, se echó a la boca otro caramelo, luego aterrizó en la pantalla y exclamó, “Uy!!, el Sistema se demora en llegar… ¿Qué vamos hacer don Mario?....¿Tiene algo que hacer?”. Respondí que sí.  “Vaya a sus cosas y a la vuelta le tengo todo”. Agradecí. Una hora después, estaba de vuelta. “Don Mario, -se sorprendió la secretaria- no pude hacer nada porque usted no me dejó su carnet.  ¿Se acuerda que le dije que el Sistema me lo pide?”.  En ese momento, caí vencido.  Me la ganó el Sistema, aquel personaje virtual, (supongo), que ha comenzado a manejar mi vida. Ni siquiera me pude entretener piropeando a la secretaria por temor a que me denuncien de “acosador”.  Le entrego mi carnet.  Hincó sus dedos en el teclado del computador. Lo hace con premura. Silencio… vuelve.  De pronto levanta la vista, “¿Anda trayendo algún certificado que compruebe que esta propiedad es suya?”. Le respondo negativamente con un miedo enorme, “entonces no podemos hacer nada don Mario”... abrumado consulto  “¿Y por qué no me lo pidió antes?”… respuesta, “es que ahora el sistema lo está pidiendo fíjese”.  Me acordé de una polola que me consolaba en la tristeza, ¿dónde estás?   Puchas que me hizo falta!!. Tomé el maletín y me fui. Nunca  me había sentido más abandonado.