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La Tribuna

La experiencia de ser ciego movilizándose por las calles de Los Ángeles

por Nicolás C. Muñoz Díaz

Eduardo Jara, quien perdió la vista desde los nueve años, fue acompañado por diario La Tribuna en un recorrido por las calles de la ciudad.

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Eduardo Jara (izquierda) junto a otro integrante de Amilivi.

Amigos del Limitado Visual, Amilivi, es una institución dedicada a la inclusión social, educacional y laboral de las personas ciegas, y es aquí donde nos reunimos con Eduardo Jara para conocer su experiencia personal.

Eduardo nació en Ralco, en la comuna de Alto Biobío, lugar donde vivió hasta los nueve años debido a que sus padres, para entregarle una mejor educación, decidieron mudarse a Santa Bárbara.

Yo llegué a la comuna viendo, pero tuve un desprendimiento de retina, por lo que perdí la vista. Ya grande me fui a Santiago, pero cuando retorné al sur me encontré a Amilivi. Acá me he educado en temas de administración, mi vida personal y movilidad en las calles, agregó.

El recorrido

En esta oportunidad, diario La Tribuna acompañó a Eduardo Jara por algunas calles de la ciudad a modo de conocer su experiencia al movilizarse.

Comenzando la ruta llegamos al primer semáforo, donde Eduardo reparó en el rol que cumplen estos para las personas ciegas. Hay semáforos que funcionan de forma irregular. Muchas veces uno cruza y los vehículos siguen pasando mientras el aparato suena, entonces no sabemos si pasar o seguir esperando. Al final uno termina guiándose por el sonido de los vehículos, expresó.

A pesar de esto, destacó que los semáforos sonoros son vitales para poder desplazarse de manera más expedita. Nos facilitan mucho el desplazamiento y no son una mala inversión, pero hay que saber dónde instalarlos. Para esto es necesario averiguar dónde transitan en mayor cantidad las personas ciegas, afirmó.

Pero ¿cómo se hace para cruzar un semáforo que no tiene sonido?

Nosotros utilizamos el sistema reloj, por ejemplo, hacia la espalda de nosotros son las 6, al frente son las 12, a nuestra izquierda las 3 y a la derecha las 9. Entonces, cuando comienzan a pasar desde las 6 hacia las 12 yo puedo pasar, porque los de las 3 están detenidos, mientras que cuando empiezan a pasar hacia las 9 yo tengo que parar. Todo esto es por oído, explicó Eduardo.

Continuando con el recorrido, llegando a la intersección de Mendoza con Lautaro encontramos uno de los recientemente instalados letreros en braille, los cuales permiten a las personas ciegas identificar las calles. No obstante, Eduardo dio a conocer algunas falencias de estas instalaciones.

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En los letreros no está la mayúscula, por lo que dificulta la lectura y confunde, sobre todo a las personas que recién están aprendiendo braille. Las flechas, por su parte, las haría un poco más grandes y más cercanas a la escritura. Además, es difícil ubicar el letrero, entonces deberían hacer una guía en el suelo que permita identificar dónde está y de esa forma también evitamos choques, expresó Eduardo.

Siguiendo con la ruta por la calle Mendoza, nos dimos cuenta de la precaria instalación de líneas podotáctiles, las cuales son una guía fundamental para las personas ciegas.

Las líneas podotáctiles deberían estar en las calles principales de la ciudad, además de que deberían ser líneas notorias, no pequeñas, para poder identificarlas correctamente con el bastón guía, aseguró Eduardo.

Otro tema que se vuelve preocupante es la obstrucción de estas líneas en distintos puntos de la ciudad, situación que pudo comprobar diario La Tribuna durante el recorrido.

Muchas veces las líneas están tapadas por vehículos o vendedores ambulantes, quienes, al tocarlos con el bastón, se enojan y nos retan. Pero ellos no entienden que uno no lo hace porque quiera, la culpa no es de uno, afirmó.

Una vez una niña me reclamó y me dijo que cómo no me fijaba, a lo que respondí si tú te fijas primero, tú eres la que ve, contó.

Por último, Eduardo Jara, al finalizar el recorrido en las dependencias de Amilivi, expresó: Ojalá esto sirva para crear conciencia tanto en el mundo que nos rodea como en las autoridades porque nosotros no desconocemos lo que ellos hacen, pero es necesario que busquen más asesoría para que puedan hacer bien las cosas y no las estén haciendo dos veces. Detrás de nosotros hay una familia, entonces nuestra familia, tal como la de ellos, nos espera en la casa al final del día.

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