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La Iglesia chilena celebró este sábado un hito histórico con la creación como cardenal de Monseñor Fernando Chomalí Garib, arzobispo de Santiago, durante el Consistorio presidido por el Papa Francisco en el Vaticano.
Este nombramiento posiciona a Monseñor Chomalí como el noveno cardenal en la historia de Chile, un hecho que resalta su papel crucial como arzobispo diocesano, dado que los últimos cardenales chilenos han pertenecido a congregaciones religiosas.
El título de cardenal es uno de los más importantes en la estructura jerárquica de la Iglesia Católica. Proveniente del latín cardo, que significa "bisagra", la figura del cardenal es esencial, ya que estos lideran y asesoran al Papa en la gobernanza de la Iglesia universal. A través de su nombramiento, Monseñor Chomalí no solo refuerza su papel en la Iglesia chilena, sino que también asume una responsabilidad global.
Los cardenales reciben diversos símbolos de su dignidad, entre ellos la birreta roja, un sombrero que simboliza la disposición de sacrificar la vida por la fe, y el anillo cardenalicio, que representa la unión con la Iglesia de Roma y su misión junto al Papa.
Estos símbolos reflejan el compromiso de los cardenales con la labor pastoral y eclesial, además de su participación en el Colegio Cardenalicio, que tiene la responsabilidad de elegir al Papa en un cónclave cuando la sede de Pedro queda vacante.
Monseñor Fernando Chomalí se une a una lista de distinguidos líderes que han representado a Chile en el Colegio Cardenalicio desde 1946, cuando José María Caro Rodríguez se convirtió en el primer cardenal chileno.
Este nombramiento como cardenal también le otorga un papel dentro de los asuntos globales de la Iglesia, por lo que, a partir de este momento, se convierte en parte del grupo de líderes que participan en las decisiones más trascendentales de la Iglesia universal y en la elección del futuro Papa.
Si bien el hecho ha sido celebrado por muchos de sus seguidores, la designación también invita a reflexionar sobre el papel de la Iglesia en Chile, especialmente en un contexto donde la institución sigue enfrentando desafíos internos relacionados con la credibilidad, la transparencia y su relación con la sociedad.
En Chile, el evento ha sido seguido con atención por fieles que ven en la designación una oportunidad para visibilizar aún más los esfuerzos pastorales y la presencia de la Iglesia en temas sociales.
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