Tras la conmoción que provocó su muerte, la Iglesia Católica ha iniciado un proceso riguroso y protocolar para definir a su próximo líder. Durante estos días, los ritos fúnebres y el duelo marcan el ambiente en Roma y en las diócesis de todo el mundo para dar paso al periodo de transición formalmente conocido como Sede Vacante. Este proceso concluye con el Cónclave, la ceremonia donde se elegirá al nuevo Papa.
En conversación con La Tribuna, monseñor Cristián Castro Toovey, obispo de la Diócesis Santa María de Los Ángeles, explicó que este momento está marcado por el recogimiento y la oración: "Hoy día lo que estamos cometidos fundamentalmente es a vivir nuestro duelo, como se nos ha ido el Papa. El Papa para nosotros representa la figura paterna, la figura del padre, y eso es muy sano, loable e importante que lo vivamos estos días".
Tras su muerte, se han iniciado las exequias papales, que incluyen misas solemnes, velaciones y momentos de oración pública en la Basílica de San Pedro, en Ciudad del Vaticano.
Según las normas establecidas por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, firmada por Juan Pablo II en 1996, deben pasar al menos 15 días desde la muerte del Pontífice antes de convocar el cónclave, pero no más de 20. Este margen tiene como objetivo permitir que todos los cardenales electores puedan llegar a Roma desde los distintos continentes y tener tiempo suficiente para participar en las llamadas congregaciones generales, reuniones preparatorias para el proceso de elección.
Durante el periodo denominado Sede Vacante, la Santa Sede queda sin un líder y el gobierno de la Iglesia recae de manera provisional en el Colegio de Cardenales, donde el cardenal camarlengo -en este caso el estadounidense Kevin Joseph Farrell- asume la administración temporal.
Monseñor Castro detalló que "primero viene una convocatoria que tienen que hacer en la Santa Sede los encargados que quedan de este periodo, que se llama Sede Vacante, que transcurre mientras no se elija el próximo Papa. Y entonces se convoca a los cardenales para que se vivan las congregaciones, que son las reuniones de los cardenales del mundo entero, en vistas al futuro cónclave".
Durante estas congregaciones, los purpurados intercambian opiniones y visiones respecto al estado actual de la Iglesia y el tipo de liderazgo que se requiere. Se trata de un proceso que combina oración, reflexión estratégica y análisis del contexto global.
Una vez finalizadas estas congregaciones, se procede al llamado oficial al cónclave, que se celebra en la Capilla Sixtina, bajo estrictas normas de privacidad y secreto. Participan en esta ceremonia únicamente los cardenales menores de 80 años, conocidos como cardenales electores. Actualmente, este grupo está compuesto por 138 purpurados provenientes de todos los continentes, lo que garantiza una representación amplia y diversa de la Iglesia Católica.
Aunque el nuevo Papa puede ser elegido entre cualquier católico que cumpla con los requisitos para ser obispo de Roma —incluso si no es cardenal—, en la práctica moderna siempre ha sido escogido entre los miembros del Colegio Cardenalicio.
Para que un candidato sea proclamado Papa, debe obtener una mayoría calificada de dos tercios más uno del total de cardenales electores presentes. Una vez alcanzado ese umbral, se le consulta directamente si acepta el encargo. "Por cierto, se le pregunta a él, a la persona que haya sido elegida, si desea aceptar esta elección y ser el futuro Papa", indicó monseñor Castro.
El cónclave se caracteriza también por su simbolismo. Cada jornada de votación finaliza con la tradicional fumata, cuyo color indica el resultado del día: Negra, si no hay acuerdo; blanca, si ya hay Papa.
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