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La Tribuna

La historia de la componedora de huesos de San Lorenzo

por Jorge Guzmán Buchón

Entre cinco mil a 10 mil pesos es el monto que cobra la mujer que cuenta que, en sus décadas de experiencia, solamente no ha podido sanar fracturas de huesos.

compo / El método de Julia Pacheco sigue los mismos pasos que le enseñara un tío, de quien tomó los conocimientos y técnicas para tratar a personas e incluso animales que han sufrido algún accidente.

Nacida y criada en San Lorenzo (entre las comunas de Santa Bárbara y Quilleco), Julia Rosa Pacheco Sandoval, o la señora Julia, como la conocen los vecinos del sector, lleva décadas como una de las pocas especialistas en salud de la zona rural donde vive: es componedora de huesos.

El oficio lo realiza desde joven y se ha hecho conocida por su habilidad para aliviar, sin usar yesos o radiografías, distintas dolencias relacionadas a articulaciones y huesos de sus pacientes que muchas veces viajan varios kilómetros para ser sanados por las expertas manos de la componedora.

Julia contó que tenía entre 14 y 15 años cuando empecé a mirar a un tío que venía a ver la gente del sector para arreglarse articulaciones zafadas. Me ponía a su lado, para mirar los movimientos que él hacía y los elementos que ocupaba, por ejemplo, agua con sal y jabón de ropa, o crema y así aprendí. Un día uno de sus hermanos tuvo un accidente jugando fútbol y acudió a Pacheco para que le ayudara: vino conmigo y arreglé su problema. Ahí empecé y al día de hoy me vienen a buscar gente de todo el sector, para que arregle alguna dolencia en los pies, brazos, manos y espalda con masajes.

Pacheco contó que incluso un corralero del sector, Ítalo Zunino, iba a buscarla en auto a la puerta de su casa para que arreglara problemas que presentaban sus caballos. Desde sus inicios hasta el día de hoy ya han pasado más de 20 años.

EL MÉTODO DE LA COMPONEDORA

Pero su fama ha llegado mucho más allá de San Lorenzo porque incluso la buscan personas de Los Ángeles y Quilleco. Hay quienes se han dislocado alguna articulación cargando madera, por ejemplo.

El trabajo de Julia, así como la mayor parte de las cosas en la vida, no es gratis pero tampoco caro: cobro entre cinco mil a 10 mil pesos, pero solamente trabajando con problemas que sean menores a una fractura. Unir bien los huesos es difícil y de hecho cuando veo que tienen algo roto, le digo que vayan a un hospital.

Y Julia Pacheco  sabe reconocer una fractura de otra dolencia: el hueso no está donde tiene que estar, por ejemplo en el caso de la rodilla, uno la mira y sabe cómo debería verse y si no está en su lugar es cuando trabajo con movimientos en los huesos hasta que vuelva a su posición normal, se ve distinta.

Lo anterior no vino sin práctica: refriego la parte que no esté en su lugar con una crema hasta que se arregle, trabajo con la articulación y una misma nota en el sonido del hueso o de la articulación, cuando ya el trabajo está bien hecho.

Además, en el sector donde vive no hay otra persona que realice este tipo de tratamientos, ni siquiera como ayuda para Julia: si tengo un problema, yo misma me arreglo. Una vez, hace como dos o tres años, me subí arriba de un durazno de la casa para mandárselos a mi hijo que vive en Quilleco y mi pie quedó enganchado entre dos ramas. Por supuesto que se salió de su articulación.

Sus hijos la llevaron a Los Ángeles y en el hospital le sacaron una radiografía. El diagnóstico: se había fracturado el pie. Me enyesaron y me mandaron de vuelta a mi casa, pero llegué y no podía aguantar el dolor, no habían arreglado el problema, así que le pedí un lavatorio con agua a mi marido, metí el pie en agua, tomé una tijera, remojé el yeso, lo corté y empecé a arreglarme como yo sabía: moví el pie con mis manos a un lado y a otro y al otro día ya estaba caminando, sin estar con el yeso ni un día.

EXPERTA EN ARTICULACIONES

La expertise de Julia Pacheco también se hizo conocida entre las personas más jóvenes del sector: vienen siempre aquí, si se les zafa un dedo, un pie o una rodilla jugando o haciendo algo vienen conmigo, directamente. Tengo clientes de todas las edades que vienen por distintos motivos, como masajes en la espalda o en la columna, para aliviar dolores. Incluso algunos jinetes la buscaban después de algún rodeo, ya fuera por sus propias caídas o las de sus animales.

La experiencia de Pacheco no se limita a personas: criadores de caballos a veces llegaban con potrillos que, por saltar mal, después tenían problemas en sus patas. Entonces, me llamaban por teléfono o me venían a buscar en auto, lo único que necesitaba eran las vendas, además de un calmante para que no se muevan y estén tranquilos mientras trabajo.

El ritmo de vida de la mujer, sin embargo, dista de la paz que busca transmitir a sus clientes: además de esto aún tengo energía para cuidar a mis nietos, bisnietos, hijos y a la persona con la que vivo. Para parar tendría que comenzar a tener problemas en las manos, pero estando sana, solo le pido a mi hija que falleció que me dé fuerzas para cuidar a mis nietos, bisnietos, los hijos que siguen conmigo y a mi marido, pero para dejar de arreglar huesos tendría que estar bajo tierra. E incluso cuando llegue el tiempo de Julia Pacheco de partir de este mundo, ya tiene una sucesora: tengo una nieta a la que le estoy enseñando cómo ayudar a las personas como lo hago yo, ella vive en Quilleco.

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