Desarrollo

La historia del tren a Los Ángeles (y cómo ayudó a la ciudad a salir del aislamiento)

A propósito del estudio de pre-factibilidad que dirá si es viable retomar el servicio de tren de pasajeros entre Los Ángeles y Concepción, tal como sucedió hasta la década del 70, este sistema de transporte fue fundamental para el progreso e integración del territorio con el resto del país.

Antigua cassa del jefe de estación de ferrocarriles de Los Ángeles, Archivo La Tribuna
Antigua cassa del jefe de estación de ferrocarriles de Los Ángeles / FUENTE: Archivo La Tribuna

Sin pena ni gloria. Sin mayores aspavientos. En solo cuatro palabras se anunciaba el término de un servicio que fue fundamental para la historia de Los Ángeles.

"Cierran Estación de Ferrocarriles" titulaba el diario La Tribuna a mediados de diciembre de 1996. Ni siquiera era la noticia de portada en la edición de ese día.

Con el tiempo, poderosas máquinas redujeron a escombros las instalaciones ferroviarias que se ubicaban por las avenidas Ricardo Vicuña y 21 de Mayo (prolongación poniente de la calle Caupolicán) para lotearse en tres paños, en los cuales se levantó un supermercado, una casa de estudios superiores y un tercer que tendrá uso inmobiliario, aunque aún estén puestos de ventas de frutas y verduras.

Esa información de 1996 marcó el fin de un servicio que sacó de su aislamiento a ese apartado territorio del país y que lo integró de una buena vez y para siempre.

Fue un antes y un después para la zona. Sin duda. Ahora que la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE) anunció la realización de un estudio de pre-factibilidad para evaluar si es posible retomar el servicio de tren de pasajeros entre Los Ángeles y Concepción. Sus resultados se conocerían recién a fines de 2025 o a principios de 2026 y permitirían saber si es viable retomar esa opción de transporte y saber cuáles son sus costos.

UN POCO DE HISTORIA

Para entender mejor la importancia del tren, hay que aportar un poco de contexto. La zona de la Isla de la Laja, entre los ríos Laja y Biobío, debía su nombre a esa suerte de condición insular que la caracterizó desde los primeros asentamientos de conquistadores españoles. Los cursos fluviales, incluida la presencia de decenas de esteros y esterillos, se convirtieron en una barrera prácticamente infranqueable en la época de invierno. Las lluvias causaban crecidas y desbordes que obligaban a la población a esperar jornadas de estío para trasladarse a ciudades cercanas, como Concepción o Chillán. Varios meses en el año debían permanecer en sus hogares.

Pero no es que en el verano se pudieran atravesar los ríos por cualquier parte. El Laja y el Biobío se podían vadear en sectores muy delimitados a fin de asegurar el cruce de cabalgaduras y carruajes, sin poner en riesgo a sus ocupantes. No en vano a Los Ángeles se le conoció en épocas pretéritas como "La Comarca de los Siete Ríos".

Esa condición insular fue la piedra en el zapato para el desarrollo del territorio. Era imposible comercializar los productos que se elaboraban en estos suelos, además de frenar cualquier posibilidad de avance social y cultural. Internarse en el territorio era una verdadera aventura, tal cual lo expresaron varios estudiosos extranjeros que se adentraron en estos suelos, como Claudio Gay, Eduardo Poeppig, Mauricio Rugendas, entre otros.

Sin embargo, cuando en 1870 se tomó la decisión de ampliar hasta Los Ángeles la red ferroviaria - que se venía construyendo con vigor desde la segunda mitad del siglo XIX - se dio un paso fundamental para conectarse al resto del país, para integrarse de manera segura y expedita, sin depender de si habían lluvias o estaba muy fuerte el sol.

Aunque algunos libros datan la llegaba del tren a Los Ángeles para noviembre de 1875, lo cierto es que el servicio comienza a funcionar de manera regular un año después.

En la revisión del periódico Meteoro, que se editaba para la capital provincial, se encuentra un texto de diciembre de 1875 el cual indica que los trabajos están muy cercanos a la ciudad: "Ya los trabajos llegaron a la estación de esta ciudad, faltando solo como cinco cuadras que enrielar para que la locomotora salude a la plaza", dice la publicación.

También tiene elogiosas palabras para los empresarios que lo hicieron posible: "Nuestros más cordiales parabienes a los empresarios y especialmente al apreciable Mr. Willson, que tan bien ha sabido distinguirse i ganarse el aprecio de los angelinos".

Además, hace referencia a las presiones de algunos interesados en cambiar la estación: "No es menos digna de encomio la honrada conducta del ingeniero Mr. Posson al no ceder a las miras particulares de los que trabajaron tanto por hacer cambiar la estación".

La publicación cierra aportando un detalle: "Con que ya que Los Ánjeles no dá otra manifestación de entusiasmo por la consumación de esta gran obra, acudamos siquiera a presenciarla".

(Si cree que hay errores ortográficos es que esa publicación está escrita con la llamada "ortografía de Bello", por Andrés Bello, el intelectual venezolano, que usaba "i" en vez de "y" y "j" por "g").

El mismo periódico consigna una carta enviada por las autoridades locales sobre un accidente ferroviario ocurrido el 26 de diciembre de 1875, el cual dejó 15 heridos debido al descarrilamiento de un tren.

El incidente ocurrió cerca del fundo Santa Fe, en una zona recta, y habría sido ocasionado por efecto del fuerte viento que horadó las bases de los rieles y provocaron que cinco carros cargados con rieles perdieran su rumbo.

Un detalle. Ya cuando se construyó la estación en Santa Fe (1874) o, incluso antes, cuando en 1973 ya estaba operativa la estación de San Rosendo, los habitantes de la zona se trasladaban a esos lugares para tomar ese prodigio tecnológico llamado ferrocarril.

Sin embargo, a fines de 1876, se comienzan a publicar los días, horarios y trayectos del servicio de trenes. Sin duda, la confirmación que el servicio estaba plenamente operativo.

Aunque el tren llegó a la villa de Los Ángeles como un ramal (la conexión a la línea principal era por medio de la estación de Santa Fe), de todas forma fue posible que los habitantes de ese tiempo dieran un paso relevante hacia la modernidad. No solo se trasladaban personas, no solo se reducían los tiempos de viaje, también tendría salida la producción agrícola de los campos de la zona. Tan importante fue que hasta la década del 60 los viajes en tren de personalidades relevantes de la ciudad eran divulgados en la prensa de ese tiempo.

La estación, que quedó solo a un par de cuadras de la plaza de armas, desarrolló un entorno con restauran. Durante décadas, la calle más movida fue la ciudad por su ajetreo comercial de día y vida bohemia en la noche. La estación fue complementada con la laguna Esmeralda y el estadio, convirtiendo el conjunto en uno de los más visitados por décadas.

Sin embargo, la construcción de la Ruta Cinco Sur (entre los años 50 y 60 fue levantado el tramo por esta zona) le fue restando importancia. En la década del ’70, motivaciones políticas causaron que el servicio de trenes decayera en todo el país. La estación en Los Angeles no fue la excepción.

Así se puso fin a lo que partió en 1875, que se dio por cerrado en diciembre de 1996 pero que pudiera volver en gloria y majestad en los años siguientes.




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