Editorial

Decisión inoportuna

La emergencia sanitaria causada por la pandemia del Covid-19 ha provocado una enorme y sostenida presión sobre la red de atención de salud para socorrer a los pacientes que llegan con cuadros graves de la enfermedad. La contingencia -que se ha incrementado en los últimos meses con el incremento de contagios diarios, pese a las medidas sanitarias decretadas por la autoridad- ha obligado a extremar los recursos humanos y técnicos, así como a agudizar el ingenio y la creatividad para encontrar soluciones que permitan brindar una atención de salud digna, oportuna y efectiva a cada persona que lo requiera, no solo por la enfermedad, sino por los cuadros clínicos que deben seguir recibiendo atención.

En nuestra provincia de Biobío, el epicentro de esa labor está en el complejo asistencial Dr. Víctor Ríos Ruiz de Los Ángeles, que brinda atención altamente especializada a los más de 400 mil habitantes en las 14 comunas de la zona.

Se trata del principal centro de referencia de salud en la provincia, cuyo esfuerzo para sobrellevar la emergencia por más de 14 meses ha sido monumental, más aún cuando el equipo humano, que ha sido un verdadero ejemplo de encomiable dedicación, pese al agotamiento extremo de sus funcionarios, así y todo han sido capaces de responder a cada uno de los problemas que enfrentan a diario frente a una enfermedad que recién ahora se conoce un poco más.

En ese contexto, la salida de su director, Brian Romero, no parece ser una decisión oportuna, tomando en cuenta el particular y delicado momento por el que atraviesa la provincia, en particular, en Los Ángeles. En efecto, durante la jornada de este miércoles, la dirección del Servicio de Salud de Biobío confirmó que al profesional, que asumió el cargo a través del proceso de Alta Dirección Pública, no se le renovará el vínculo contractual, razón por la cual sus labores se prolongarán hasta fines de junio.

Aunque no se ha confirmado su reemplazante, ha trascendido que sería un profesional que no ha tenido experiencia en un cargo de la misma naturaleza, como la dirección de un hospital de área o de algún consultorio.

No se trata de una defensa a la labor de Brian Romero, pero sus niveles de cumplimiento de metas están sobre el 90%, bastante por sobre otros recintos de similar envergadura. Es un asunto de timing, del momento en que se toma la decisión de cambiar la dirección del principal recinto de atención de salud. En circunstancias normales, ni siquiera sería motivo de mayor discusión o comentario.

Sin embargo, cambiar la cabeza del principal recinto de salud de la provincia en momentos en que se debe lidiar con una de las peores crisis sanitarias en el último siglo parece, a lo menos, poco sensato. Dirigir un establecimiento sanitario como el complejo asistencial angelino es de una dificultad mayúscula, un desafío mayor en que no se puede improvisar ni aprender sobre la marcha, más aún por el contexto actual.

No solo se requiere la idoneidad profesional, sino que también hacer gala de las habilidades blandas para saber guiar este verdadero acorazado de la salud, que tiene la misión de hacer frente a todas las batallas sanitarias que aparezcan en el horizonte, sin rehuir de ninguna de ellas.

Si bien se entiende que es una atribución privativa de la Dirección del Servicio de Salud, donde se debieron sopesar los pros y los contras, habrá que esperar que este cambio en el complejo asistencial no sea obstáculo para mantener los estándares en una población que necesita tener la certeza de que, cuando lo requiera, tendrá atención de salud digna, oportuna y de calidad.

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