Editorial

Nulos y blancos

Nulos y blancos, Fredy Muñoz / La Tribuna
Nulos y blancos / FUENTE: Fredy Muñoz / La Tribuna

En la comuna de Los Angeles hubo más de 28 mil votos blancos o nulos. Para ser más precisos, fueron 28.199 sufragios que no expresaron alguna preferencia dentro de los 20 postulantes al Consejo Constitucional, cuyos comicios se realizaron el domingo último. En términos porcentuales, correspondió a poco más del 18% del padrón electoral o, en términos más fáciles de explicar, correspondió a prácticamente uno de cada cinco votantes que acudió a cumplir con su deber ciudadano.

El número de votos inválidos (nulos y blancos) en la capital provincial es mayor al de cualquiera de los candidatos a la instancia colegiada en la comuna. Incluso, salvo la excepción de Partido Republicano (el gran ganador de la jornada al arrasar con los cargos en competencia), la cifra es mayor que las otras cuatro listas en competencia que suma la votación de sus cuatro representantes.

Estos sufragios, que no se toman en cuenta a la hora de los conteos finales porque solo se consideran aquellos válidamente emitidos, marcaron un nuevo récord en la historia reciente del país (21,5%). Este porcentaje es el más alto de los últimos 30 años, solo comparable con la elección de diputados de 1997, votación que se explicó en su momento porque el interés del proceso estuvo en que solo se renovó a los integrantes de la Cámara Baja (no hubo elección presidencial, como sucede ahora con las legislativas).

Con la reinstauración del voto obligatorio a partir del plebiscito de septiembre de 2022, los ciudadanos están conminados a expresar una preferencia dentro del universo de opciones, so pena de tener que pagar multas en dinero de entre 32 mil a 186 mil pesos. Fue la manera de exigir que la ciudadanía se viera involucrada en de los procesos electorales, luego del sostenido declive de la participación deliberativa desde la instauración del voto voluntario, lo cual le estaba restando legitimidad a las autoridades electas.

Sin embargo, ahora que hay participación obligatoria, los votos blancos y nulos son la prueba palpable de un síntoma más de la aguda desafección de la ciudadanía con la actividad política.

Los expertos coinciden en señalar que lo ocurrido es reflejo de un profundo descontento por los candidatos. En algunos casos, los votantes pueden sentir que ninguno de los aspirantes que se presentan en una elección les representa o les convence lo suficiente, por lo que prefieren no apoyar a ninguno y optan por votar en blanco o anular su eventual preferencia. También se puede interpretar como una señal de protesta en la medida que expresan su descontento con el proceso electoral en sí mismo o con el sistema político. En este caso, el voto en blanco o anulado puede entenderse como una forma de protesta pacífica.

El voto en blanco o anulado no tiene ningún efecto directo en el resultado de una elección, ya que solo se cuentan los que son válidamente emitidos. Sin embargo, puede ser una forma legítima de expresar una opinión o un descontento. Será interesante saber hasta qué punto ha calado de cara a lo que en los próximos procesos electorales (el más inmediato es el plebiscito de salida en diciembre próximo), toda vez que la alta invalidación de los sufragios perfectamente se puede tomar como el síntoma de una enfermedad que se llama desafección con la clase política.

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