Editorial

Un punto de vista impopular

Lago Laja, Fredy Muñoz / Archivo / La Tribuna
Lago Laja / FUENTE: Fredy Muñoz / Archivo / La Tribuna

A riesgo de ser impopular, es importante hacer un ejercicio de verdad. Las inundaciones ocurridas en el río Laja no se debieron a la apertura de represas. Para fundamentar el punto, hay que dejar claro un punto de partida: a lo largo de ese curso fluvial, no hay represas. Ninguna. Alguien podrá decir que el río Laja está intervenido. Sí, claro que sí. La mano de hombre sobre ese curso fluvial se empezó a notar en la segunda mitad del siglo XIX cuando se sacó agua para riego en el canal Zañartu. Después, en un giro sobre su uso en la década del 40, se comenzó a construir la central hidroeléctrica Abanico, la primera de las grandes plantas generadoras que levantó la Corfo desde esa época en adelante. Después vendrían las centrales El Toro y Antuco. A continuación fueron Rucúe y Quilleco. Salvo El Toro (que saca aguas del gigantesco embalse natural que es el lago Laja), todas ellas son de pasada. Ninguna necesita un embalse, ninguna requiere acumular agua en una represa para mover las turbinas que permiten producir energía eléctrica.

Y la central El Toro en este tiempo de lluvias no opera, es decir, no saca aguas para generar por una razón muy simple. Almacena todo el recurso posible para el lago Laja, de modo que pueda usarse en el verano. De hecho, en estos días de lluvias, el embalse pudo subir acumular varios millones de metros cúbicos de agua que son un verdadero tesoro en la época estival.

Además, si esa central se ganó el rótulo de "joya de la ingeniería" es porque - comparativamente hablando con otras plantas que producen la misma cantidad de energía- usa muy poca agua para producir un gran volumen de electricidad. El desafío ingenieril en los años 60 fue construir en las entrañas de la tierra un túnel que hizo posible que el agua cayera con una fuerza colosal desde 540 metros para mover las hélices de las turbinas. No existe nada como eso en el país.

Pese a las intervenciones por generación, las centrales de paso -que son casi todas, menos una - desvían el agua a un canal, producen energía y la devuelven al mismo río.

Los regantes tampoco represan el agua. Ellos construyeron bocatomas que, básicamente, le sacan agua al río para uso agrícola, no la almacenan. Cuando se transita por el río Laja, a un costado de la localidad de Tucapel, se observan las dos de las tres bocatomas mayores de ese curso fluvial (canal Laja Diquillín y Canalistas del Laja), construcciones de concreto de unos cuantos metros que altura. Ninguna de ellas tiene capacidad alguna de acumular agua porque son bocatomas, no represas, no se construyeron para ese fin.

Se comprende la legítima y humana necesidad de buscar responsabilidades por este tipo de episodios. Hay muchas personas afectadas, muchas viviendas destruidas, muchos emprendimientos que deben partir desde cero porque la fuerza del torrente arrastró todo a su paso.

¿Entonces qué sucedió? El mismo director general de Aguas del Biobío, Claudio Morales, lo explicó con claridad. Llovió mucho en la cordillera durante cuatro días (más de 400 milímetros) y la isoterma fue demasiado alta (el agua se convirtió en nieve sobre los 3 mil metros de altura). ¿Qué significa esto último? Que llovió pero no hubo nevazones, que es lo esperable en la cordillera. Y sucedió algo incluso peor que eso: esa lluvia - intensa - derritió la nieve que se había acumulado en las semanas anteriores y formó enormes caudales que, además de las precipitaciones, corrieron por las quebradas buscando un río a donde evacuar. El registro en la estación de Alto Mallines que instaló la DGA al interior de Antuco, en un sector cercano a los mil 600 metros sobre el nivel del mar, era muy claro. Al 28 de junio, no había absolutamente nada de nieve. Hace un año, había medio metro.

Sí creo que quienes participan en el uso de las aguas en la cuenca del Laja - empresas generadoras, regantes y sanitarias - tienen una responsabilidad muy importante en explicar cómo funciona el sistema. Se debe mantener informada a la comunidad, especialmente ribereña, no solo en la manera en que opera el río, sino que también - en base a la información meteorológica fidedigna-  advertir cuando puedan suceder situaciones así. Un aviso oportuno, por cierto.

Sé que ya hay abogados muy interesados en patrocinar demandas en contra de las represas en el río Laja. Posiblemente pidan dinero a los afectados para "mover los papeles" y exigir compensaciones a través de la justicia. Pero hay que ser justos, a riesgo de ser impopular. En esta ocasión, fue la naturaleza, no las represas. Básicamente porque no las hay.

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