Editorial

Planificación territorial

Locales Saltos del Laja, Fredy Muñoz / La Tribuna
Locales Saltos del Laja / FUENTE: Fredy Muñoz / La Tribuna

Hay un hecho cierto. Los incendios forestales del verano y los desbordes de ríos en los últimos dos meses, no solo han puesto a prueba la capacidad de respuesta frente a las emergencias de esa envergadura.

Ese tipo de contingencias dejan al descubierto una de las grandes falencias: la planificación territorial. Las recientes inundaciones demostraron que se construye en la ribera y en lechos de ríos y sus consecuencias saltan a la vista. Pero esos desaguisados no terminan ahí. También hay casos en que las edificaciones sobre humedales o fallas geológicas. La falta de normativas y regulaciones más estrictas abona el camino para eventuales tragedias futuras y lamentaciones del por qué no se hizo algo en su momento.

Lo ocurrido el 24 y 25 de junio con los puestos de artesanos en el camino de acceso a los Saltos del Laja es la demostración más palpable que ahí no se debe construir. Pero los locales se volvieron a levantar y en menos de dos meses después, ya estaban siendo afectados por el torrente, exponiendo la integridad de las personas.

La planificación territorial es un proceso que implica organizar y regular del uso del suelo y de los recursos naturales en una determinada área geográfica. Su objetivo principal es lograr un desarrollo equitativo, sostenible y ordenado de un territorio específico, que considere aspectos como el medio ambiente, la infraestructura, la vivienda, la actividad económica y la calidad de vida de la población. De esta manera, se busca balancear las necesidades presentes y futuras de la comunidad, así como conservar y proteger los recursos naturales y culturales.

Cuando se realiza de manera adecuada, una planificación territorial puede identificar zonas de riesgo y establecer medidas preventivas para reducir la probabilidad de inundaciones o incendios forestales. Esto incluye la prohibición de construcciones en áreas propensas a inundaciones, la implementación de medidas de manejo de vegetación en zonas de interfaz urbano-forestal para reducir la propagación de incendios, y la creación de sistemas de drenaje eficientes para minimizar el impacto de las crecidas.

Al definir zonas de uso específico del suelo, como áreas urbanas, agrícolas y de conservación, se pueden delimitar de manera que se evite el desarrollo en sectores altamente susceptibles a siniestros e inundaciones. Incluso, en casos de emergencia, fija rutas de evacuación e integra sistemas de alerta temprana para informar a la población sobre posibles amenazas y brindarles tiempo para tomar acciones de prevención.

En caso de desastres, una planificación territorial bien estructurada puede guiar la recuperación y reconstrucción de manera más eficiente, lo que implica tomar decisiones informadas sobre la ubicación de nuevas infraestructuras y viviendas, considerando los riesgos existentes y las lecciones aprendidas de la emergencia.

Un aspecto fundamental es que involucra a diversas partes interesadas, como gobiernos comunales, agencias públicas de respuesta a emergencias (Senapred, por ejemplo), organizaciones comunitarias y ciudadanos, cuya coordinación es esencial para una respuesta rápida y efectiva en caso de emergencia.

En suma, la implementación efectiva de este instrumento es esencial para minimizar los riesgos y el impacto de las inundaciones e incendios forestales. Al considerar la prevención, la preparación, la respuesta y la recuperación en el diseño del territorio, se puede mejorar la seguridad y la resiliencia de las comunidades ante estas amenazas.

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