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La Tribuna

Todo sacrificio vale por San Sebastián: Un relato desde las profundidades de la peregrinación

por Gabriel Hernandez Velozo

Esta es una aproximación a la fiesta religiosa a partir de un viaje que empezó en Cabrero y terminó al día siguiente en un santuario repleto de personas provenientes de todo el país.

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Por Gabriel Díaz Cerda

¿Quién me dice qué o quien es San Sebastián? Intenté recoger una respuesta entre las miles de personas que participaron de la peregrinación. Caminé cerca de 18 kilómetros con algunos fieles del santo para descubrirlo. Encontré una verdad en cada una de esas historias.

La búsqueda comenzó en la comuna de Cabrero. Allí me recibió Roberto junto a su familia. Cada 20 de enero caminan para "agradecer" por los favores concedidos por San Sebastián.

Llego a su casa el día viernes 19. Estaban listas las mochilas con agua, termos con café, comida, y la ropa adecuada para una caminata que me avisaban duraría cerca de cuatro horas.

Iniciamos la peregrinación por la ruta que une Cabrero y Monte Águila. Íbamos ocho personas, en fila, por un costado de la carretera, lo más apegado posible a los arbustos que nos quedaban a mano izquierda. Era una medida de seguridad. Muchos automovilistas pasaban a alta velocidad, sin consideración alguna hacia los peregrinos.

Pasamos por fuera de la medialuna de Cabrero. Roberto es egresado de Derecho, me cuenta que hizo sus primeros estudios en el Instituto San Sebastian en Yumbel. En aquellas clases de religión, recuerda, ya le inculcaban las enseñanzas del santo romano. "He tenido resultados a lo que le he pedido", me reveló Roberto reconociendo también que su "formación católica" ha sido lo que le "ha hecho" creer en el santo.

Faltaba poco para llegar a Monte Ánguila, me anuncia Roberto. Hemos recorrido casi seis kilómetros. Los pies ya comienzan a doler, los musculos se van contrayendo cada vez más. Mi guía me recomendaba: "Hay que darle nomás, caminar lo más rápido que se pueda, después la inercia nos lleva".

CON FE NO HAY CANSANCIO

Al salir de Monte Águila nos encontramos con más peregrinos en el camino. Algunos habían salido desde allí, otros venían de Cabrero.

Por largos trayectos no había iluminación en la carretera. La oscuridad era total. Con esfuerzo podía distinguirse la interminable franja blanca del asfalto para guiarse un poco. A cada tanto las luces, a lo lejos, de los automóviles que se aproximaban, interrumpían en la noche.

El sonido de las ruedas y los motores de los buses nos iban alertando para movernos cuando fuese necesario. Los pasos de otros peregrinos, los grillos, y el viento débil, pero suficiente para mover arbustos eran los únicos sonidos de la noche. Nos acompañó en todo momento un cielo despejado, una inamovible escenografía oscura pintada de incontables estrellas.

Hicimos la primera parada en las  cercanías del Puente Coihuico, pasadas las 2 de la madrugada, por la ruta que conecta Monte Águila y Yumbel.

Allí conocí a Raquel y a parte de su familia. Estaban sentados a un costado del camino, en un cruce donde muchos otros también hicieron un alto para reponer energías. Una iglesia, con una iluminada figura de Cristo en lo alto, era el principal punto de referencia. "Llegamos a la iglesia, los esperamos", se escuchaba de parte de algunos caminantes.

"Tengo una fe tan grande que no siento nada de cansancio", fue lo primero que me dijo Raquel cuando le comenté que era mi primera experiencia en la procesión hacia Yumbel.

Caminé con Raquel y los suyos. Perdí a mi grupo. Hablé con César, uno de sus hijos, profesional informático que decidió peregrinar este año para "agradecer" por el nacimiento de su hija que hoy tiene apenas diez meses de edad. Durante el tiempo que caminamos juntos me convidaron bebidas y pan.

La manda para San Sebastián este año era pedirle ayuda para estar cerca de su familia. Por trabajo se tuvo que trasladar a Santiago mientras su pareja y su hija se encuentran en Cabrero. Espera que el santo le conceda este favor. Si esto ocurre "regreso a pagar la manda", me dijo.

QUIÉN ES SAN SEBASTIÁN

"Es un santo que hace milagros", "es un santo que ayuda a las personas", "es un santo de los pobres", fueron las respuestas  que más se repitieron cuando pregunté ¿Pero quién es San Sebastián? Roberto me comentó, mientras caminábamos en la más absoluta oscuridad, que San Sebastián es un santo importante para la comunidad de Yumbel: "Primero llevaron su imágen a Chillán y después en una procesión la trasladaron a Yumbel. Después lo devolvieron a Chillán, y cuando fueron a celebrar la misa se dieron cuenta que el santo no estaba. El santo apareció en Yumbel. Se lo llevaron de nuevo, pero otra vez desapareció en Chillán, y otra vez apareció en Yumbel. Y de ahí que siempre se quedó en Yumbel".

A las tres de la madrugada pasamos por el sector "Estero de Los Sapos". Conocí a Alonso y a dos de sus buenos amigos. "San Sebastián es un santo, pero lo más importante es que la fe es de cada uno", aseguró con mucha convicción en su expresión. Desde pequeño que Alonso usa muletas, pero para él eso no es un impedimento en su vida cotidiana. Todos los años, desde hace nueve, participa de la procesión, desde Cabrero a Yumbel. Parte importante del trayecto lo hace en silla de ruedas. Dice que en nueve años lleva más de 200 kilómetros recorridos y que por ello las mantenciones a su silla son obligadas cada cierto tiempo.

Él y sus amigos llevan chalecos refractantes. Voy a su lado, soy yo quien debe seguir el ritmo. Alonso es hábil y rápido con sus muletas. Es más veloz que yo. Detrás uno de sus amigos lo va guiando con una linterna, el otro le lleva la silla de ruedas.

"No es necesario esperar cada 20 de enero para ir a ver a San Sebastián o para pagar una manda, uno puede hacerlo en cualquier momento, lo importante es agradecer", me aclaró Alonso cuando hace poco habíamos divisado un gran cartel que nos daba la bienvenida a Yumbel.

A las cinco de la mañana llegamos a nuestro destino. Carabineros controlando el tránsito nos indicaba que la larga caminata llegaba a su fin. Con Alonso entramos por el "Valle de los Ronquidos", diez cuadras que preceden al santuario que forman un camino marcado por las carpas y los puestos de los comerciantes.

No tardé en comprobar el nombre que se le había dado a ese sector que se habilita solo para las festividades de San Sebastián. A esa hora de la madrugada la mayoría de los comerciantes todavía están en sus carpas. Al pasar por fuera los fuertes ronquidos de quienes aún no se levantan, esperando la hora de mayor tránsito de visitantes, justifican de inmediato el nombre por el cual todos conocen ese lugar.

DIOS ESTÁ AQUÍ

Ingresé al santuario y mucha gente ya se encontraba celebrando una de las tantas misas programadas para toda la jornada del sábado 20 de enero. Habían quienes aprovechaban el pasto para dormir después de un largo recorrido a pie. La temperatura era agradable a esa hora.

El sector del santuario es amplio pero los parlantes dispuestos en distintos puntos hacen que nadie se quede sin escuchar lo que ocurre en la eucarístia. Una canción se repetía, tanto que en un momento me vi coréandola sin darme cuenta: "Dios está aquí, tan cerca como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como yo te hablo y me puedes oir".

Personas ingresaban de rodillas al santuario, reflejando dolor en sus rostros, pero avanzando pese a ello. Los parlantes replicaban la prédica: "Escúchanos San Sebastián te rogamos". Otros hacían filas para recibir la bendición de parte de alguno de los párrocos. Muchos optaron también por llevar ofrendas y placas con inscripciones de agradecimiento.

En cada una de las personas que conocí vi un poco de la verdad que rodea a este santo tan popular. Puedo decir que no hay un único significado acerca de su figura. La historia y la iglesia tienen un discurso oficial. Sin embargo, muchas de las personas que asistieron tienen un motivo particular para creer en San Sebastián.

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