Patricia Isla, una mujer que le ganó a la discapacidad visual

Todos los días cerca de las nueve de la mañana, Patricia Isla, comienza su vida de manera habitual, confiada en sus percepciones y por ello vive sin retos. Ella a diferencia de miles de ciudadanos, transita con naturalidad sin uno de los sentidos más necesarios, la vista.

Para ella, esto no representa un problema y ya está acostumbrada, puesto que desde siempre ha sabido llevar una vida normal de esta manera, a pesar que la sociedad una y otra vez le ha cerrado las puertas en la cara con excusas que no dejan de ser pretextos, sobre la poca cultura que hoy existe en nuestro país sobre inclusión en todas sus aristas.

VIDA DE ESFUERZO

“Yo nací con discapacidad visual, pero eso nunca ha sido un problema para mí. Pude estudiar y llevar a cabo todos mis proyectos como cualquier persona normal. Es difícil, pero siempre lo he aceptado. Aun así, es la gente la que siente problemas por mi discapacidad y les cuesta aceptarla” explicó de manera pausada y tranquila Patricia.

Esta valiente mujer, que ha realizado su vida de esta manera, sin carencias mayores y gracias a su constante esfuerzo. Estudió enseñanza media y ha realizado diferentes talleres para potenciar sus conocimientos, inclusive aprendió locución pensando en que no tendría que usar su vista y por ello no tendría problemas para encontrar un sustento.

Además de esto, tuvo la capacidad de formar una hermosa familia junto a su esposo, quien también es discapacitado visual y hoy aporta a su ingreso para la familia, por medio de la realización de masajes terapéuticos a distintas personas, de manera esporádica, lo que significa un ingreso relativo.

De esta manera formaron una hermosa familia con sus dos hijos de 17 y 15 años, por quienes luchan de manera diaria. “Con mi esposo somos una familia sacrificada, como todas las familias normales, pero el sacrificio para nosotros es el doble”, explicó esta angelina.

16 AÑOS EN LA CALLE

Cuando Patricia habla de su historia, no pierde detalles, y como una de las partes más importantes de su historia, recuerda que estuvo cerca de 16 años vendiendo en una de las calles de la ciudad dulces y pequeñas cosas que las personas podían adquirir a su paso, por ello explicó, que no va por la vida buscando regalos sino más bien siempre está en la búsqueda de su propio sustento, porque eso la hace sentir bien.

“A pesar que estudié y realicé diferentes talleres, siempre me enfrenté con el problema de no poder obtener un trabajo fijo, por mi discapacidad y por ello salí en busca de mi ingreso”.

La mujer explicó que muchas veces se enfrentó a la negativa, fundada en que no había instancias adecuadas para una persona con sus discapacidades o que simplemente no había cupos disponibles.

Así pasó gran parte de su vida. Hechos que la llevaron a ubicarse en la ciudad, para vender de manera directa estos pequeños productos.

Con ese ingreso, más lo que ganaba su pareja, pudieron criar a sus hijos, los que de manera diaria y con el pasar de los años, se han vuelto un importante pilar de apoyo, puesto que de manera diaria se dedican a acompañarlos a sus destinos para asegurar su llegada.

Lamentablemente, al estar así por más de una década contrajo importantes problemas de salud, que la obligaron a salir de ese lugar en búsqueda de nuevas oportunidades.

“También me dediqué a animar eventos municipales con la esperanza de que desde ese lugar saliera una oportunidad de trabajo, pero como en otros lados, eso no resultó” sentenció.

UN KIOSKO PARA VIVIR

La ejemplar mujer, agregó que en búsqueda de un nuevo panorama, encontró un quiosco sin uso en la calle Caupolicán, por ello lo solicitó al municipio, para tener en este lugar su propio negocio.

También en su afán de superación, postuló a un proyecto Fosis, donde pudo adquirir productos para habilitarlo y surtirlo de la manera más variada posible.

“Traje diarios, revistas, dulces, aguas minerales y hacemos recargas telefónicas” explica esta emprendedora, quien llena de esperanzas, fundó este lugar en el paseo Ronald Ram con calle Almagro.

“Cuando las personas se dan cuenta que una persona no vidente las puede atender quedan fascinados y entienden que no hay ningún problema en que una persona no vidente trabaje este local” dijo alegre.

Sin embargo, con este proyecto en marcha, se enfrentó a la dura realidad que aqueja a cientos de quiosqueros a nivel nacional, la baja venta de diarios y alto costo de las patentes.

“Actualmente nuestra patente tiene un costo de noventa mil pesos y eso es lo que estamos ganando casi de manera mensual, sumado a que llevamos muy poco tiempo, esto nos está afectado bruscamente” agregó de manera acongojada esta mujer que en medio de sus sueños se encontró con esta dura realidad.

Además explicó a La Tribuna que se ve enfrentada a la dura realidad de la poca venta de periódicos en papel, por ello con cartas en el asunto ha tenido salir a vender agua embotellada en las calles cercanas a su negocio.

La mujer con pesar, hace un llamado al municipio angelino en búsqueda de una rebaja al alto costo de esta patente. “Si bien no podemos vender muchos diarios o vender poco, espero que la municipalidad baje un poco el valor de la patente, su valor es muy alto y hoy con lo que ganamos, nos alcanza para pasajes y el pan diario”.

Cabe consignar, que La Tribuna intentó comunicarse con personal municipal para hacer las consultas sobre estos valores sin respuestas hasta el cierre de esta edición.

“No quiero que me vengan a cerrar por no pagar, sólo pido una rebaja, que me ayude a capear este difícil momento”, expresó Patricia, quien a pesar de su discapacidad, sabe enfrentar con rigor a la sociedad.