Te invitamos
a conocer la historia de Juan y Carlos Alvear, familiares dedicados por
tradición al oficio de petiseros. Ambos han hecho perdurar la tradición del
cuidado equino en el haras Tatahue, el cual ha funcionado a cargo de la familia
Iturrate, reconocidos históricamente como uno de los haras más longevo y
prestigioso de la provincia de Biobío, institución de tradición familiar que se
logró posicionar bajo el nombre de Rufino Iturrate, quien fue percusor en
instaurar en esta zona la crianza de caballos para la práctica deportiva del polo.
Las historias de
caballos cobran un valor impensado, ya que para los criadores la cercanía que
se genera con los equinos es muy grande. Estamos hablando de un trabajo donde
el cuidador debe estar enfocado todos los días del año, prestando una atención
que muchas veces se torna de tiempo completo y que ante todo requiere una gran
cantidad de conocimientos para efectuar un óptimo cuidado del animal.
CONOCIENDO EL OFICIO
En promedio el
día de un petisero comienza muy temprano en la madrugada, cuando se da de comer
a los caballos. El cuidador revisa exhaustivamente las pesebreras para
cerciorarse que no ocurriera nada durante la noche y comprobar cómo están de
ánimo los caballos.
Dar la comida es la siguiente tarea
que tienen en su lista de trabajo. Cuando los caballos terminan de alimentarse,
se limpian las camas, que pueden ser de viruta de madera o paja de trigo.
Antes
de salir al entreno es ese momento de la inspección en la que petisero decide
la actividad que tiene que hacer cada caballo. Puede haber dolores en manos y
patas generados por algún esfuerzo, que suelen ser los problemas más comunes.
En
el contexto de la crianza enfocada en el ámbito competitivo del polo, el trabajo
se diferencia en los caballos nuevos, que son los recién entregados de doma,
y los caballos jugadores, que ya están entrenados.
El trote también forma parte de la rutina, donde los
caballos realizan un entrenamiento que suele ser de 25 minutos de caminata, 25 minutos de
trote y otros 15 para caminar, aunque va a depender del tipo de caballo y de
las condiciones con las que amanece cada animal.
Diario
La Tribuna conversó en exclusiva con Juan y Carlos Alvear, padre e hijo, petiseros
que han aprendido este oficio mediante el legado familiar y han visto florecer
su amor hacia los caballos en el Haras Tatahue.
¿Cómo ha sido poder seguir este legado familiar?
Carlos Alvear: Prácticamente aprendí este oficio
por mi padre Juan Alvear, él ha trabajado más de 60 años con la familia
Iturrate y le estoy enormemente agradecido porque junto a Rufino Iturrate me
enseñaron todo lo que sé respecto al cuidado de los caballos. Extrañamos mucho
a don Rufo, él fue como un segundo padre para mí y gracias a ellos dos puedo
dedicarme a realizar esta labor que me hace sumamente feliz, valoro mucho mi
trabajo, me gustan los animales, sé el cuidado que deben llevar al pie de la
letra y estaré eternamente agradecido por haber podido encontrar esta hermosa
labor.
¿Cómo es el cuidado que lleva
cada uno de sus caballos? Carlos Alvear: El cuidado de cada caballo es lo mismo que ver un
hijo, hay que darle la comida, el agua, hacerle su cama, él tiene un proceso
más o menos de 15 a 20 minutos para que pueda galopar y después irse al campo,
donde pueden descansar, comer pasto verde y jugar.
Posteriormente vuelven a sus
pesebreras donde pasan la noche confortablemente protegidos de la lluvia y del
frío.
Llevo más de 25 años trabajando
en esto he perdido la cuenta de la cantidad de caballos que han pasado por mis
manos, valoro mucho poder decirlo ya que es algo que disfruto de todo corazón.
¿Cúal es enfoque competitivo que se le da a la crianza respecto
al polo?
Carlos Alvear: Aquí en el Haras Tatahue se han
organizado grandes competencias de polo, donde han estado en competición entre
cuatro hasta ocho equipos. Don Rufino Iturrate formó una gran cantidad de
jinetes, junto a mi padre, nunca hemos podido llegar a un número claro respecto
a la gran cantidad de personas que han visto forjado su amor por el polo en Tatahue.
¿Cómo catalogaría su trabajo con los caballos a lo largo de su
vida?
Juan Alvear: Tengo 64 años, de los cuales llevo trabajando poco más de
cincuenta años aquí en el Haras Tatahue, ahora estoy en mi casa porque no me la
puedo para trabajar, ahora mi hijo sacará la cara por mí. Siempre recuerdo que
con don Rufino salíamos a jugar polo casi todos los días domingo, salíamos a
las liebres el día sábado, llovía o tronaba andábamos en las liebres. Nosotros
pasábamos muy apretados con mi patrón.Llevábamos
camionadas de caballos para Santiago, llevábamos 12, 13 caballos, de vuelta no
traíamos ni uno.Iban al cargadero
cuando llegábamos nosotros a elegir los caballos y con eso nosotros nos fuimos
pu2019arriba.
Una vez fui a Alemania con el
hijo de don Rufino, el menor, el Pipe. Estuvimos 22 días allá. Ahí nos vinimos.
Allá vendimos todo también, llevábamos 24 caballos, o sea un equipo completo de
aquí, era como un torneo porque llegaron de hartos países a jugar. Vendimos hasta
el apero, hasta la montura. Una montura de esta usada allá, usted la vendía y
compraba dos nuevas acá. No había dónde perderse. Así que vendimos todo el
apero, nos vinimos pelados.
COMPROMISO CON LA CRIANZA
El petisero tiene
que preparar todos los caballos, la montura, las vendas en las manos y en las
patas para los golpes, los frenos y, por último, cargarlos en el camión que les
conduce hasta la cancha.
Finalizando el
día, se cepillan todos los caballos, se ponen vendas de descanso, se vuelve a
dar comida y se llenan los bebederos. El petisero tiene que estar pendiente
todo el tiempo.
En este trabajo no
hay tarea más relevante que otra, sino que abarca todo desde levantarse
temprano y dar de comer. Una profesión que requiere personas responsables
y despiertas que conocen a sus caballos hasta el punto de saber si un caballo
amaneció con ganas o si su estado de ánimo en esa mañana está apagado.
El trabajo de
estos profesionales ecuestres se centra en enseñar a frenar, a parar, doblar, regular
y a que el caballo no se asuste en el escenario de la competición.
El periodo de doma
se divide en etapas de tres meses cada una. Los tres primeros meses se dedican
a la enseñanza del galope. Los tres siguientes son de descanso en el campo
natural. El periodo de doma finaliza sumando otros tres meses más de galope.
La alimentación es
siempre importante cuando se trata de criar un caballo destinado a la
competición.
A lo largo de esta
primera etapa se les da de comer alfalfa junto a avena en grano. Durante
los meses de descanso, la alfalfa es natural, es decir, del propio paso.
Cuando el animal
llegue a manos de los petiseros, la alimentación se complementa con alimentos
ya preparados por marcas comerciales y que ofrecen componentes alimenticios
fundamentales para transformar al caballo en un atleta.
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