La orden del suboficial de Carabineros que esa madrugada de ese 3 de marzo de 1999 llegó al lugar del accidente era perentoria pero con un lenguaje muy lejano del habitual protocolo policial.
A través de la radio portátil, avisaba a la Central de Comunicaciones (Cenco) de la Prefectura de Biobío, vociferaba: Está la pura cagada acá. Hay que pedir todas las ambulancias disponibles y que vengan los bomberos porque hay mucha gente muerta.
No era para menos. Ese funcionario policial era de los primeros en llegar al lugar de accidente y pese a la oscuridad del entorno, la imagen era definitivamente dantesca.
¿Qué había sucedido? Dos buses habían impactado de frente en el kilómetro 502 de la Ruta Cinco Sur, en el sector norte Los Ángeles, en lo que ahora corresponde a la maderera Rarinco, muy cerca de Promasa.
Aún cuando la oscuridad dominaba el cuadro general, se observaban los fierros retorcidos de dos buses o, más bien, de lo que quedaba de ellos. Entre ese horror, con un penetrante olor a petróleo derramado y a aceite quemado, se escuchaban desesperados gritos de auxilio de hombres, mujeres y niños.
Ese funcionario de la Tenencia de Carreteras, cuya unidad estaba a poco más de un kilómetro del sitio del accidente, había llegado a los pocos minutos luego que los llamados colapsaran la línea 133 con avisos de la colisión.
A las 4,15 se la madrugada se comenzó a escribir una de las peores tragedias carreteras que se recuerde en la historia de la provincia de Biobío, que se habría originado porque uno de los conductores se quedó dormido en el volante.
A diferencia de lo que sucede en la actualidad, en 1999 no existía una Ruta Cinco Sur con cuatro pistas, separados por una barrera metálica.
Era una carretera con dos pistas, sin divisiones ni nada parecido. En ese tiempo, ya se sabía que un consorcio francés se haría cargo de la construcción de una carretera con un mayor estándar de seguridad. También se sabía que el tramo donde había ocurrido la colisión sería parte de una avenida interior porque la carretera pasaría por el costado poniente, a través de un by pass.
La casualidad, el destino, el infortunio o lo que haya sido quiso que ese accidente fuera definitivamente insólito. Los dos buses involucrados de la misma empresa: Cruz del Sur. Una máquina provenía de Santiago e iba con rumbo a Puerto Montt mientras que la otra lo hacía en desde Castro (Isla de Chiloé) hasta la capital.
No era la primera vez que máquinas de esa empresa chocaban de frente. Ya había sucedido en 1991 en la Isla Grande de Chiloé con un reguero trágico de víctimas y heridos. Seis muertos en total.
Ocho años más tarde, a las 4,15 de la madrugada, cerca de los Ángeles, la historia de volvía a repetir: dos máquinas de la empresa Cruz del Sur impactaron de frente. La mayoría de los pasajeros dormía cuando sintieron la fuerza del golpe sordo contra el otro bus. Algunos, lo que estaban despiertos, acusaron después que uno de los buses iba a exceso de velocidad, porque así lo delataba la chicharra que se activa al superarse los 100 kilómetros por hora.
El saldo inicial no podía ser más aterrador. Siete muertos en el mismo lugar, incluido un niño de solo tres quien salió eyectado de los brazos de su padre y se golpeó contra el televisor que estaba en la mitad del pasillo. Otros dos murieron horas más tarde mientras los profesionales de la salud intentaban mantenerlos con vida en la sala de operaciones del hospital de Los Ángeles. Un décimo ocupante moriría un par de semanas más tarde por la severidad de sus lesiones.
Entre las víctimas, había un ciudadano taiwanés, una misionera y el cura párroco de Quemchi. En los saldos finales, además de los fallecidos, los heridos sumaron más de medio centenar, varios de los cuales quedaron con secuelas permanentes.
Esas semanas de 1999 fueron especialmente trágicas en materia de accidentes de tránsito en el país. Justo siete días antes, en San Fabián de Alico (ahora Región de Ñuble), un bus repleto de trabajadores temporeros se incrustó en un árbol con un saldo de nueve muertos. Tres después del episodio en Los Ángeles, una colisión múltiple cerca de Victoria causó seis víctimas fatales y decenas de heridos.
A fines de ese mismo año, se retomaron las obras de construcción del tramo de la Ruta Cinco Sur que abarcaba a la ciudad de Los Ángeles, incluido el by pass.
Con el mejoramiento de su estándar, se redujo sustancialmente la cantidad de accidentes de tránsito por colisiones frontales (que son las más violentas) y, en consecuencia, el número de heridos y víctimas fatales.
También se tomaron otras providencias para el transporte de pasajeros en buses. A partir de ese accidente, es que se lleva una nómina con todos los pasajeros a bordo de la máquina, además de un teléfono de contacto cualquier situación que pueda ocurrir en la ruta.
Otra determinación fue eliminar los televisores de los pasillos de los buses debido a que su peso los convertía en un arma mortal. Recién con la aparición de las pantallas led (delgadas y livianas) se reincorporaron en las máquinas.
Una singularidad es que ambos buses, pese a quedar muy destruidos por la violencia del impacto, fueron reparados y volvieron a las carreteras a fines del mismo año.
Sus pasajeros ignorarían que en aquella madrugada del 3 de marzo de 1999, la ciudad se estremeció por ese brutal accidente de tránsito entre dos bues de la empresa Cruz del Sur que dejó una decena de víctimas fatales.
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