Opinión

Ser profesor en tiempos de juicios y fragilidades

Directora Escuela de Educación, UNAB sede Viña del Mar

Carmen Gloria Garrido, UNAB
Carmen Gloria Garrido / FUENTE: UNAB

Hoy el planeta Tierra y la humanidad están amenazados.  La pandemia y lo que ha seguido solo ha servido para demostrar nuestra fragilidad y nuestra interconexión.  Ahora es necesario actuar urgentemente, de forma conjunta, para cambiar el rumbo y reimaginar nuestros futuros. Así comienza el informe 'Reimaginar la educación' de la Comisión Internacional sobre los Futuros de la educación de Unesco (2021). El diagnóstico es inapelable: el mal uso de recursos, las desigualdades, el exceso de trabajo, el cansancio, la autoexplotación, la discriminación, guerras sin sentido, la exclusión y una total homogenización del individuo que construye una especie que solo abraza y acepta lo igual y lo parecido. Las preguntas que surgen son ¿por qué? Y ¿qué especie queremos ser?

En este contexto, el profesor es un ejemplo en potencia. Es el docente quien busca que sus alumnos estudien, indaguen y reflexionen haciendo, como dice el profesor Bárcena, las cosas propias de la escuela en todas sus formas, es decir, leer, escribir, preguntar, pensar, conversar de aquellos libros, de aquellas vinculaciones, curiosidades y problemas del mundo ¿por qué? Porque es necesario estudiar, una enseñanza apasionada abordando las cosas desde dentro, siempre con sentido y vinculantes con el mundo. Traer a sus estudiantes palabras nuevas, ideas no pensadas y ese amor por el estudio, por los rituales propios de la clase.

El profesor sabe de la necesidad de conversar sobre los temas de época, sabe que en su clase se charla con cualquiera y también con cada uno, y que esa comunicación es desaprender, desprenderse de algo, de uno, de todo y que aquello nos deja frágiles, sueltos, y a la vez, abre una amplitud, una línea de fuga que permite junto a sus estudiantes pensar y viajar por lugares insospechados. Un viaje, un movimiento que no es fijo, que no debiese ser homogéneo, porque tiene que ver con narrativas personales, con historias, contextos, con fragilidades, singularidades y multiplicidades de una sala de clases.

Pero a la vez, el profesor siempre está en tensión entre ese movimiento y el movimiento del currículum, de la institución, del rendimiento, de la productividad y de una sociedad acelerada que quiere colocar palabras tan alejadas de lo esencial de la pedagogía, que muchas veces sumergen a los estudiantes en una falsa profundidad.

El profesor sabe que está a contratiempo, que su función es otra, que a lo mejor es inactual porque conserva como fondo de valor una pedagogía conversacional, creativa, reflexiva, vinculante y probablemente inservible para un mundo centrado en la sociedad de los algoritmos impuestos.

Pero el profesor se resiste, debe resistirse contra los modos que definen este tiempo y el tiempo de la escuela porque convive con multiplicidades de contextos, y por ello, justamente por ello, se convierte en un artista que se mueve en un viaje de detención y atención al mundo en su tarea de enseñar, que exige humanizarnos y cuidar el mundo. Entonces conviene volver a preguntarse: ¿qué especie queremos ser? En la sala de clases podemos encontrar algunas respuestas.

Carmen Gloria Garrido

Directora Escuela de Educación, UNAB sede Viña del Mar

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