Opinión

El sentido común del ciudadano común

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ALEJANDRO-MEGE-4 / FUENTE:
"Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibamos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común". 

Eduardo Galeano.

Caminando hacia el cercano local de votación para cumplir con el deber ciudadano de votar la propuesta de una nueva constitución, en medio de un ambiente social  enrarecido con ciudadanos desencantados de una política que no responde a sus esperanzas de una vida más justa, se advierte en el rostro de las personas más modestas y comunes la posibilidad de que con su voto la situación que viven pueda cambiar de algún modo, como si el sentido común, tan escaso y ajeno, tuviera por fin su oportunidad de expresarse y sobreponerse a las noticias e informaciones que dan cuenta de la realidad que se vive y que recuerdan frases desafortunadas y decisiones erradas, cómo un antisocial de  un nutrido prontuario delictual que resulta favorecido con indulto presidencial, vuelve a hacer de las suyas; a lo que se suma la corrupción del caso Convenios, la profunda crisis que sufre el sistema educativo, cuyo efecto impactará el futuro de muchos niños y jóvenes, así como el crecimiento y desarrollo del país; el multimillonario fraude tributario de supuestos "empresarios" de comprobada deshonestidad, así como otros figuras públicamente conocidas que, con procedimientos delictuales han  estado malversado recursos del erario nacional para su personal beneficio mediante acciones que sobrepasan incluso las acciones  gansteriles. Personas de reconocida figuración  profesional y pública, mediante una elaborada  red de corrupciones, como una telaraña, muchas arropadas por el estatus del poder político y una supuesta honorabilidad, que se cayó a pedazos, no solo han abusado, han traicionado la fe pública y la confianza de quien o quienes les dieran su confianza y apoyo, designándolos en tal cargo o función,  escamoteando recursos  destinados a solucionar problemas de la población que más lo necesita, cuyas carencias se habían comprometido a solucionar con los recursos que el Estado había destinado para ayudar a muchas familias y, qué   decir de las múltiples promesas no se han cumplido, la delincuencia desatada, con la inseguridad y desconfianza ciudadana el panorama social que se vive no resulta ser alentador. Frente a este panorama desolador, la voz del ciudadano invisible, aquel que expresa  en la soledad y el silencio de la urna la decisión y el mensaje de que no es posible una vida digna y justa cuando priman las posiciones extremas que se atribuyen a sí mismas la verdad exclusiva y excluyente y quieren imponerla a través del diseño de una Constitución, con el peso de mayorías circunstanciales, que no representan a todos. El fracaso de los intentos de elaborar una Nueva Constitución, con un enorme gasto en recursos públicos y pérdida de tiempo que pudo haber sido  destinado  a elaborar la reforma tributaria, resolver el nudo gordiano de la educación, hacer más efectiva y oportuna la salud, mejorar el sistema de pensiones, permitir el acceso a una vivienda digna, a un trabajo más eficiente,  productivo y mejor remunerado, con leyes sociales justas.

Conocido el resultado del plebiscito, quien ganó no fueron los partidos políticos ni los políticos que ofrecen todas las soluciones, fue la mayoría de un pueblo sensato  y cansado que no quiere más experimentos, sean éstos de uno u otro sector, sino que requiere de respuestas concretas, reales, donde no haya vencedores ni vencidos, solo ciudadanos de un pueblo unido y solidario, dispuestos todos a colaborar al bien común, dejando atrás el temor y la incertidumbre, teniendo confianza que un mejor futuro no solo es posible, es necesario y todos pueden aportar a lograrlo y esa es la tarea que nos compromete aún en nuestras naturales diferencias. Ese Chile, que todos dicen querer lo espera. Si lo defraudemos, nos defraudamos a nosotros mismos y a las futuras generaciones.

Alejandro Mege Valdebenito.

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