Opinión

Ayuda a la iglesia que sufre

Vocera Voces Católicas

M. Elena Fernández , Vocera Voces Católicas
M. Elena Fernández / FUENTE: Vocera Voces Católicas

Han sido días tristes, el país se ha estremecido de dolor por pérdidas entrañables. Cientos de familias comparten la tristeza de haber perdido a sus seres queridos víctimas de los incendios forestales, de accidentes automovilísticos y de los asesinatos perpetrados por bandas delictuales. Tristeza que nos fue invadiendo y que ha hecho a muchos renegar de este mes de febrero de 2024. Pero también murió el expresidente Sebastián Piñera y las muestras de agradecimiento traducidas en horas de espera de personas anónimas bajo el sol inclemente nos devuelven la esperanza y nos dan confianza. Sí, confianza en que Chile es grande, que la adversidad lo estremece, pero no lo bota, que juntos podemos más y que nuestro deber para con los que partieron es hacer nuestro mejor esfuerzo por levantarnos nuevamente.

Los acontecimientos de estos días nos invitan a mirar más allá de la tristeza y ponernos a trabajar por Chile. ¿Haciendo qué? Lo de todos los días, nuestro trabajo cotidiano bien hecho y con amor. Algunos podrán ayudar a limpiar escombros y despejar las calles, otros darán consuelo a los deudos y confianza a quienes lo han perdido todo. Otros pondrán parte de sus bienes al servicio de los necesitados. Pero todos debemos buscar nuestro camino y no dejarnos abatir.

Ya nos lo decía el Papa Francisco la semana pasada en su audiencia general dedicada a la tristeza como parte de su ciclo sobre los vicios y las virtudes. Pero no es cualquier tristeza sino aquella entendida como un abatimiento del alma, una aflicción constante que impide al ser humano experimentar la alegría en su existencia.

"¿Qué debo hacer cuando estoy triste?", preguntó el Santo Padre a los fieles reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano.

En primer lugar, resaltó que es necesario detenerse "y ver si es una tristeza buena o no". Ante todo, reflexiona el Pontífice "Hay en efecto una tristeza que es propia de la vida cristiana y que con la gracia de Dios se transforma en alegría: ésta, por supuesto, no debe rechazarse y forma parte del camino de conversión. Pero hay también un segundo tipo de tristeza, que se insinúa en el alma y que la hace caer en un estado de abatimiento: esta debe ser combatida.

Sin saberlo, una de las nietas del presidente Piñera nos da una respuesta. Durante la Misa del funeral de su abuelo recordó las enseñanzas que él les transmitió y que, aunque en lo concreto se refería al miedo, igual sus palabras nos calzan en esta reflexión.  Dirigiéndose al fallecido exmandatario, la niña comenzó señalando "tata, una vez me dijiste que en la vida se confrontan dos fuerzas, el miedo y el coraje. Me dijiste que el miedo nos lleva a no querer cambiar las cosas, a no querer avanzar, a no querer seguir y a no querer mirar".

La joven relató que "también me dijiste que el coraje nos lleva a lo contrario, nos lleva a querer innovar, a emprender y a cambiar, y creo que esta es la fuerza que ahora te gustaría que sigamos".

"Me dijiste que se requiere un equilibrio entre ambas, y así quiero sentirme ahora, con un equilibrio entre el miedo de seguir adelante sin ti, pero con el coraje de querer intentarlo, con la total certeza de que vas a estar siempre arriba mío mirándome y cuidándome", sumó.

A pesar de su corta edad, la pequeña, que por cierto se llama Esperanza, nos dio una gran lección.

Volvemos al Santo Padre. "Todos pasamos por pruebas que nos generan tristeza, porque la vida nos hace concebir sueños que luego se hacen añicos. En esta situación, algunos, tras un tiempo de agitación, se apoyan en la esperanza; pero otros se revuelcan en la melancolía, dejando que ésta se infeste gangrenándose en sus corazones. Se siente placer en esto. Mirad esto, la tristeza es como el placer del no-placer, estar contentos de que algo no haya sucedido.

Y continúa, Ciertas tristezas prolongadas, en las que una persona sigue engrandeciendo el vacío de quien ya no está, no son propias de la vida en el Espíritu. Ciertas amarguras resentidas, en las que una persona tiene siempre en mente una reivindicación que le hace adoptar el disfraz de víctima, no producen en nosotros una vida sana, y menos aún cristiana. Hay algo en el pasado de todos que necesita ser sanado. La tristeza, de ser una emoción natural, puede convertirse en un estado de ánimo maligno.

Y terminaba e Papa recordándonos "estar atentos a esta tristeza y pensar que Jesús nos trae la alegría de la resurrección. ¿Qué cosa debo hacer cuando estoy triste? Detenerte, y ver si es una tristeza buena o una que no es buena. Y reaccionar según la naturaleza de la tristeza. No os olvidéis que la tristeza puede ser una cosa muy fea que nos lleva al pesimismo, nos lleva a un egoísmo que difícilmente sana. Gracias."

M. Elena Fernández

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