Opinión

Un acto litúrgico magnífico

MARIO RIOS (10),
MARIO RIOS (10) / FUENTE:

Y un buen motivo para tanta luz y religiosos consagrados en nuestra catedral azul. 

El interior, repleto de fieles católicos. Tantos que no se notó la ausencia de agricultores y otros que debieron estar presentes. Era la misa de despedida de un hombre notable. Sacerdote, obispo durante 31 años, 18 de éstos en la Diócesis de Santa María de Los Ángeles. 

El ingreso de los estandartes de los colegios católicos, seguidos por unos 50 Diáconos y luego unos 35 sacerdotes y luego tres obispos, uno de ellos, Felipe Vacarezza, caminaban con su báculo episcopal en sus manos recibiendo la admiración de esos mil feligreses que se había concertado para despedir a su pastor.  

¿Era tan solo una misa, liturgia principal de la Iglesia Católica Apostólica Romana?  No, había algo más. 

Estaba Roma, su historia, sus responsabilidades en la construcción de la civilización occidental cristiana, estructura máxima, nacida para el bien el ser humano, que cobija culturas diversas y que acogen en sus verdades todo el ser individual o social, reflejando costumbres, etnias, pensamientos diversos en geografías, asentamientos humanos diferentes, en suma, la creación absoluta y solemne de nuestra vida asentada en esta tierra cristiana. La misma que cuida de la familia, de la naturaleza de las cosas y que define a la vida como una tendencia a un fin. 

En esta misa de despedida, hubo satisfacción por el camino andado. En ello se manifestó, Fabrizio Ferreti,  sacerdote que habló en nombre del clero, luego monseñor Bernardo Álvarez, administrador apostólico y obispo auxiliar de Concepción. Ambas intervenciones expresando el trabajo clerical de Santa María de Los Ángeles. Todo bien. 

Sin embargo, volví a la historia. 

En la geografía mundial, somos en esta tierra un lugar lejano y desconocido. Imagino Europa, lugar trascendente de nuestra historia, autor de asuntos religiosos que han transcurrido en diversos siglos de nuestra vida humana. Y llego a Constantino, emperador del Imperio Romano que, en principio del siglo cuarto, año 310, acogía al cristianismo en toda su dimensión. Desde mi particular opinión, es en ese el instante que emerge la civilización occidental. Constantino observa que el cristianismo se ha extendido por toda la tierra, sin ejército alguno, solo con la fe.  Ello le hace pensar que Roma estará vigente por siempre. Este hecho, obliga a los asuntos del césar y dispone de una iglesia que superará toda otra alternativa religiosa acogiendo a Jesús como maestro y conductor hacia la vida eterna. Todo ello lo vi en esta misa de despedida. Nada faltó de la historia. Y aunque no se destacó, (no es propio de la iglesia), nos dejó la sensación que Los Ángeles, como iglesia particular, se eleva a niveles no apreciados aun, en que la figura del obispo Felipe Bacarezza, ha sido conductor y voz de Dios hoy de esta Iglesia universal y orientador en nuestra civilización.  

Mario Ríos Santander     

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