Opinión

La paradoja del distrito 21

Distrito 21 Biobío, Biblioteca Nacional
Distrito 21 Biobío / FUENTE: Biblioteca Nacional

El distrito 21, que agrupa a las provincias de Biobío y Arauco (además de la comuna de Lota, en la provincia de Concepción), encierra una paradoja difícil de ignorar y también de explicar. Aunque comparte una representación común en el Congreso, las comunidades que lo conforman no tienen una conexión vial directa. Esta desconexión es más que un simple inconveniente logístico, sino que es la representación de una deuda histórica en materia infraestructura que limita el desarrollo de ambas provincias. 

La actual falta de comunicación directa entre las cabeceras provinciales, Lebu y Los Ángeles, subraya esta anomalía. Hoy, viajar entre estas dos ciudades requiere recorrer trayectos de más de 210 kilómetros atravesando la región de La Araucanía, o incluso 250 kilómetros por rutas que pasan por Coronel y Lota. La ausencia de una conexión expedita no solo dificulta la interacción entre los habitantes del distrito, sino que también frena las posibilidades de desarrollo económico y social en ambas vertientes de la cordillera de Nahuelbuta. 

El proyecto de mejoramiento de la ruta Nacimiento-Curanilahue, que avanza lentamente con apenas un 3,4% de progreso, busca corregir esta histórica omisión. Esta ruta, de aproximadamente 70 kilómetros, pretende conectar finalmente las provincias a través de una carretera pavimentada que superará los desafíos geográficos que imponen los relieves de Nahuelbuta. Los nueve kilómetros actualmente en construcción representan un paso importante, pero insuficiente, hacia la solución de un problema que debió abordarse hace décadas. 

Más allá de su función como vía de transporte, esta carretera es un puente necesario no solo para cohesionar un distrito electoral, sino que para integrar a los habitantes de esos territorios. Permitiría que los habitantes de ambas provincias accedan de manera más eficiente a servicios, comercio y oportunidades laborales, además de facilitar la coordinación de políticas públicas que realmente consideren al distrito como una unidad. No se trata únicamente de pavimentar kilómetros de carretera; se trata de cerrar una brecha histórica que ha aislado a estas comunidades. 

Desde el ámbito político, resulta incoherente que un distrito electoral diseñado para garantizar representación compartida carezca de una infraestructura básica que permita la interacción entre sus partes. La geografía no debe ser una excusa para perpetuar la desconexión, sino un desafío a superar. Al corregir esta anomalía, se fortalecería no solo la identidad común del distrito, sino también la confianza de los ciudadanos en que el desarrollo regional es realmente una prioridad. 

El distrito 21 no puede seguir siendo una ficción geográfica y política. La carretera entre Curanilahue y Nacimiento debe concretarse como una conexión tangible y funcional, que transforme el potencial de estas provincias en una realidad. Esta obra no solo representa un alivio para los largos trayectos actuales; es una oportunidad para demostrar que el progreso es posible cuando se priorizan las verdaderas necesidades de las comunidades. 

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