Al encontrar y leer (en Google) una de las frases de Haruki Murakami, considerado uno de los mejores escritores japoneses de la historia, donde reflexiona: "En el fondo, pienso que nunca he elegido nada por mí mismo, que todo me ha venido dado, que simplemente he interpretado los papeles que me han caído en las manos. Cuando de noche me despierto y pienso en eso, me entra pánico, ¿Quién soy?, ¿Cómo soy en esencia? ¿Quién lleva las riendas de mi vida?", la asocié a un tema en educación que la sociedad aún no ha resuelto como lo es la responsabilidad y los límites de la educación formal y la informal y donde el rol y las preferencia de los padres y las circunstancias que se viven juegan un papel en la orientación y formación como personas de los hijos los que aún en la condición de hijos son seres distintos a sus padre y libres para forjar en sí mismos de manera consciente y responsable su propio futuro, donde los progenitores tienen el deber de guiarlos en la adquisición y practica de valores éticos y conducta morales que la sociedad ha reconocido y aceptado como un modo de vida en comunidad, con capacidad de reflexión crítica y autocrítica frente a la diversidad de la vida, con conciencia y responsabilidad social, preparados para vivir con rectitud su propia vida, capaces de tomar decisiones de manera libre e informada.
Como se nos ha enseñado y hemos aprendido, pero vale la pena recordarlo, la educación informal no tiene un currículo fijo, no responde a programas especiales, es libre, espontánea y se produce por la influencia del medio (a veces con más fuerza formativa, positiva o negativa que la educación formal) que en que se vive, en la familia, los grupos de amigos, el campo laboral, la iglesia, el partido político, el club deportivo y los medios de comunicación, entre muchas otras instituciones. En cambio, la educación formal, está referida al proceso de enseñanza regular y estructurada que se imparte en instituciones educativas legalmente reconocidas, las cuales deben tener un "para qué" que debe ser conocido por la familia, la sociedad y contar con el respaldo y garantía del Estado.
Como sabemos, él fenómeno social de la educación, en los inicios de su historia tenía asignada una función de "domesticación" del ser humano, de sometimiento al medio en las circunstancia en las que le tocó nacer y convivir, es considerada hoy -y desde hace algún tiempo hasta esta parte- un camino para transitar hacia la libertad individual con responsabilidad en la vida personal y colectiva en un medio ambiente a veces distinto y demandante al que vivió en sus tiempos de familia hasta cuando de hijos o hijas, pasaron , su vez, a ser padres o madres de nuevas generaciones que educar en circunstancias y necesidades de todo tipo diferentes y donde sus creencias personales o posiciones frente a la vida no tienen el mismo significado y, a veces, justificación, que no sea una vida regida por la ética que sostiene a la arquitectura humana. Así, la educación formal califica y certifica conocimientos y habilidades intelectuales, a su vez la educación informal evalúa el comportamiento, la responsabilidad, la tolerancia, el respeto a la ley y la palabra dada, así como la práctica cotidiana de los valores sin los cuales la educación no pasa de ser solo instrucción por más especializada que sea. En su rol de primeros educadores los padres deben ir capacitando a sus hijos para conocer la realidad de las circunstancias que se viven, las compartan o no, de modo de prepararlos para que sean capaces de enfrentarlas por sí mismos y tomar las mejores decisiones. Si los padres no lo hacen, los hijos, sin estar emocionalmente preparados, de acuerdo a su edad y materia de que se trate, igualmente lo sabrán y, muchas veces por las personas y los medios menos adecuados, sin haber fortalecido previamente una actitud y una capacidad para evaluar por sí mismos cada situación la que, más tarde o más temprano, van a conocer y a vivir. La realidad de la vida termina por conocerse y no se puede negar aunque no la compartamos o nos desagrade, siendo más adecuado y mejor que los hijos, con el apoyo y orientación de los padres, estén preparados para enfrentarla de la mejor manera posible y evitar el daño psicológico que pudiera acarrearles.
Alejandro Mege Valdebenito
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