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Columnista

Mi amiga María Inés

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

Los amigos(as) tienen el mérito que uno mismo ha sido quien le dio a aquella persona semejante título social: amigo, amiga.

Es que en la vida no es posible vivir sin amigos. Hasta aquellos eremitas que se recogen en la soledad de silencios y ausencias, tienen necesidad del amigo. Por ello, la divinidad a la cual quieren abrazar, termina reconociéndolo como amigo. "Mi amigo Jesús", hay una frase que se expresa en nuestro mundo cristiano. Ejemplos son muchos y la razón de ello pareciera que no es más que una sencilla necesidad, la sensación de que la vida se comparte, no se es egoísta con ella, se funde en cosas comunes, es empujar en metas que ves en la amistad, en el trabajo, el "colega", el "compañero", en el barrio el "vecino", todos ellas son formas de amistad y en cada una hay una profunda cuestión que termina siendo lo más trascendente, la lealtad....

Y nos encontramos con nuestra María Inés que un día de verano se le ocurrió marcharse. Y se fue conforme con su vida. Tardes anteriores, en amenas pláticas, daba cuenta de los años vividos. "Nuestra generación - afirmaba- tantas veces golpeada por días y tiempos tan diversos. Mira, hubo tiempos en que te levantabas y luego terminada la jornada, todo era distinto". Luego, impresionando al auditorio, expresaba muy suelta de cuerpo, "Ayer estuve en Temucuicui. Llovía a cántaros. Si no es porque Jorge, mi marido, que se ponía muy nerviosos, les aceptaba la invitación alojar en Temucuicui".  Más adelante comentaba los programas sociales que tenía con dicha comunidad. Uno de los presentes preguntaba el porqué de tal amistad mientras otros tenían miedo de ir a ese lugar. "Mi amistad, real, amistad sincera, permitió confianza y buenos ánimos para trabajar algunos programas sociales".

Es que María Inés Pérez tenía esa especialidad femenina, la intuición, desarrollada en plenitud. Doctos antropólogos, asistentes sociales, psicólogos y otros dedicados al conocimiento del ser humano, en su naturaleza, terminaron marginando tal base primaria de todo cuanto ha de conocerse, para ingresar en un mundo y pretendido conocimiento científico de todo acto del ser. María Inés nunca dejó la sabiduría natural, que la consideraba única y verdadera, para indagar en las profundidades del conocimiento y del espíritu humano. Por ello, su fama de mujer sabia en el trato humano, en la conquista de las ideas, en el "arrear" su piño político hacia las verdades. Por ello, también, las comunidades mapuches, Temucuicui, una de ellas, recibían a María Inés con alegría y volvía a casa repleta de merquén, tortillas y otras menestras de alimentación. Y en la intimidad de su hogar, expresar el día vivido. Eran palabras con mucho amor hacia quienes fueron sus preocupaciones del día, mocetones, mujeres, niños, mapuches y otros "colonos" envueltos en dramas políticos y otros. Incomprensiones y de pronto odio. Una suma de mañanas diferentes a las tardes, ya lo decía María Inés, despertares distintos al anochecer, parecían dos países distintos, "pero yo siempre fui la misma", terminaba su faena, dejando preparada las cosas para el día siguiente. Ahora ocurrió lo mismo, María Inés Pérez, su día siguiente, fue la eternidad, el cielo... Algo debe estar organizando.

Mario Ríos Santander       

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