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Columnista

Aranceles para los demás, pero no para nosotros

Viviana Véjar Himsalam

Profesora investigadora de Faro UDD

por Viviana Véjar Himsalam

Ha llegado el día de la liberación a Estados Unidos. Pero no el de la liberalización comercial, sino el día del regreso al modelo de industrialización por sustitución de importaciones que implementó América Latina en el primer tercio del siglo XX. El anuncio del presidente Donald Trump respecto a la imposición de aranceles masivos a las importaciones, ha generado controversia tanto en la prensa tradicional como en las redes sociales. La sospecha y desconfianza que provoca este tipo de medidas, hace que las personas amplifiquen su desdén y animadversión en contra del mandatario norteamericano.

Sin embargo, hace unos años, parte de un sector político chileno se oponía a la firma del tratado de libre comercio denominado TPP12 (Trans-Pacific Partnership) que liberalizaba el comercio entre 12 países; países cuyo denominador común son las costas del Océano Pacífico: Perú, Canadá, Estados Unidos, México, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam, entre otros. No obstante, en 2017, Donald Trump - en su primer mandato - retira a Estados Unidos de este acuerdo por encontrar que era más eficiente firmar tratados de forma bilateral entre países ya que así no se resentía la producción interna ni el mercado laboral doméstico. Se podría decir que, para ese entonces, la porción de la población chilena que se oponía al TPP12 habría estado de acuerdo con aquella decisión de Trump. Así, con un país menos en juego, el tratado pasó a llamarse TPP11 y Chile decide firmarlo en el año 2018 para entrar en vigor en 2023. Durante su discusión en el congreso, el entonces diputado Gabriel Boric, en su rol como legislador, votó en contra de dicho acuerdo. Pero, unos años más tarde, ratificó el acuerdo a la cabeza del poder ejecutivo chileno. ¿En qué quedamos entonces? ¿Es beneficioso para Chile el negociar con rebaja arancelaria con los socios comerciales, o no lo es?

Al parecer, los aranceles sólo se defienden cuando toca imponérselos a otros países, a los que nos venden sus productos (recordemos el caso de los aranceles al acero chino) pero se condenan cuando son aplicados a nuestras exportaciones. La opinión popular se inclina hacia una idea cercana al nacionalismo cuando se trata de proteger la industria nacional de bienes que se fabrican de forma más eficiente en el extranjero, pero más liberal cuando se trata de promover la venta de nuestros productos hacia el exterior. Lo cierto que esta indecisión ideológica le hace daño a la estabilidad del comercio internacional. Lo más sensato sería ponerse del lado de la liberalización comercial. Por un lado, aprovechar la cantidad de opciones y los bajos precios de los bienes importados; y por otro, mejorar la eficiencia productiva y la calidad de los bienes que se venden al exterior, respetando las ventajas comparativas dadas por la dotación de factores productivos con que cada país cuenta. Esto constituye la base del comercio internacional y el punto de partida para alcanzar un crecimiento y desarrollo sostenido.

Viviana Véjar Himsalam, profesora investigadora de Faro UDD

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