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Columnista

Se necesitan profesores

Alejandro Mege Valdebenito

por Alejandro Mege Valdebenito

"La docencia es una profesión emocionalmente apasionante, profundamente ética e intelectualmente exigente, cuya complejidad solamente es vivida por quienes solemos poner el cuerpo y el alma en el aula." M. Fullan y A. Hargreaves. (autores del libro "La Escuela que Queremos") 

 Con preocupación ha sido recibida en varios sectores de la sociedad- aunque  no de todos, más cuando la política ocupa casi todos los espacios y la educación sea para ella un tema menor, aunque se afirme lo contrario - la información de la caída que se ha estado produciendo en la postulación a estudiar pedagogías, cuando la necesidad de profesionales de la educación, especialmente en la base del sistema educacional chileno,  cuya carencia para los próximos años se proyecta cercana a los treinta mil docentes, situación que pudo haber sido mayor si se hubiera hecho efectiva la ley 21490, de octubre de 2022, que eleva las exigencias para estudiar pedagogías,  ley que no se aplicó ante la baja que venía registrando la matrícula sumado a la falta de profesores para atender el sistema. A juicio de los rectores de las universidades, quienes presionaron para que este año no entrara en vigor la ley ya que, afirman, "si se hubiesen aplicado los nuevos requisitos (de admisión) estaríamos lamentando una baja mucho mayor".

El problema es serio. ¿Cómo mejorar la educación sin un sistema educativo bien planificado, organizado, administrado y sustentado, con profesionales competentes y dedicados (no solo profesores) en todas las funciones, cargos y niveles del sistema; todos con un solo objetivo: apoyar la tarea del aula y la escuela? ¿No es acaso la educación la base de sustentación de todas las profesiones y el futuro de la sociedad y de todos quienes la habitan? De ahí que, la sociedad organizada debe realizar sus mejores esfuerzos para relevar la educación y la profesión docente.

Si bien es objetivamente indiscutible que la educación chilena no es en general de buena calidad y, en ocasiones, derechamente mala (aunque siempre hay notables excepciones, pero que suelen ser las menos) y que los factores que inciden en que así ocurra son de variada índole, no es menos cierto que el factor docente, que es el que moviliza y da sentido al proceso educativo, requiere también de una revisión del sistema  de formación profesional y de actualización continua la que se encuentra en deuda por parte del Ministerio del ramo y las instituciones formadoras de profesoras y profesores cuando las pedagogías han resultado ser más un medio de sustentación económica de no pocos centros formadores de profesores a lo que se suman las condiciones en que los docentes realizan profesionalmente el proceso de enseñanza-aprendizaje, así como el escenario en el que debe actuar: la sala de clases, la escuela, la administración del sistema, los recursos pedagógicos de que dispone, el ambiente y la disciplina escolar, como el apoyo familiar y el respaldo de las autoridades,  todo lo cual crea un ambiente laboral compartido en la función de educar, donde todos educan y todos aprenden unos de otros ya que nada hace más daño al trabajo docente que un clima de  inestabilidad laboral, la poca o ninguna participación en la elaboración de propuestas para mejorar el proceso, con autonomía y apoyo para innovar la rutina de "pasar" el frondoso programa de estudios, que nunca se logra y que apaga la iniciativa, la creatividad y adormece el deseo de aprender primero y enseñar después. Por el contrario, si la profesora o profesor percibe un ambiente de armonía laboral respetuoso y motivador, sin discriminación por razones ajenas al desempeño, con cálidas y francas relaciones interpersonales, con fluidos canales de comunicación y de trabajo con sus pares y la autoridad hace que la circunstancia que rodea su trabajo lo motive para involucrarse plenamente con la profesión que estudió, más si logra comprender y hacer suyo el verdadero sentido y profundidad el ser profesor donde la emocionalidad humana hace posible la mutua y cordial relación entre quienes enseñan y quienes aprenden. Cuando los profesores piden mejor trato y abandonan transitoriamente el ejercicio de sus funciones, presionados por las condiciones laborales que le impiden cumplir con sus tareas como ellos quisieran, la sociedad apela (cuando la autoridad no los  amenaza) a su apostolado, a su amor a los niños, a su espíritu de sacrificio, a su vocación y hasta su patriotismo. Sin embargo, si hay, más allá de los reconocimientos en los discursos de la importancia de la educación y de la labor docente, un genuino interés por tener una educación de calidad con profesores idóneos y respetados se debe construir y administrar los medios y recursos necesarios y adecuados para conseguirlo. Esa es la tarea.

Alejandro Mege Valdebenito.

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