Tradicionalmente, la educación ha jugado un rol preponderante en el desarrollo de las nuevas generaciones y es el motor principal del desarrollo humano. En este contexto, las profesoras y profesores han tenido la hermosa misión de conectar la academia con estudiantes, familias y la sociedad, generando así la concreción de un sueño colectivo amparado en el propósito de los sueños individuales, que son el sustento del éxito de los estudiantes.

Hoy, en un mundo convulsionado en el que se ha perdido el control sociovalórico, seguir haciendo docencia se ha convertido en una tarea solo para valientes. Los establecimientos educacionales están siendo abandonados socialmente, y se ha delegado en los y las docentes la responsabilidad que históricamente era compartida con distintos actores de la sociedad.

Ante esta gran, nueva y solitaria misión, los actores sociales —familias, autoridades políticas, representantes del poder judicial, entre otros— han tomado una postura crítica, asumiendo un rol fiscalizador y evadiendo toda responsabilidad social en la formación de las nuevas generaciones. Este es el escenario en el que docentes y equipos directivos realizan su labor, lo que resulta en un tremendo desgaste emocional y en una severa crisis vocacional que está llevando a las nuevas generaciones a desencantarse de ser docentes. Cada vez hay menos fuego y pasión en su vocación.

Sin duda, los nuevos héroes del siglo XXI son los docentes, quienes desde los distintos rincones de la patria incorporan en su labor diaria un conjunto de valiosas características:

El compromiso con la educación y el desarrollo de sus estudiantes; la resiliencia para enfrentar desafíos constantes, como el estrés emocional, la falta de recursos y las dificultades en el entorno educativo; la pasión y entusiasmo por la enseñanza y el aprendizaje, que es contagioso y puede motivar e inspirar a sus estudiantes a alcanzar su potencial y a desarrollar una curiosidad intelectual; la empatía para comprender las diversas realidades de sus estudiantes y mostrar sensibilidad hacia sus necesidades emocionales y académicas, estableciendo conexiones que trascienden la educación formal; el liderazgo para actuar como guías en sus aulas y comunidades, orientando a sus estudiantes no solo en lo académico, sino también en la vida, fomentando valores y desarrollo personal; la innovación en la búsqueda constante de nuevas formas de enseñar y conectar con sus alumnos, adaptándose a los cambios culturales y tecnológicos para ofrecer una educación relevante y efectiva; la colaboración para promover el trabajo en equipo entre estudiantes, familias y otros educadores, creando un ambiente de apoyo y comunidad, y el convertirse en defensores de sus estudiantes y de la educación equitativa, abogando por aquellos que enfrentan mayores desafíos y trabajando para cerrar brechas de desigualdad.

Estas características reflejan la naturaleza heroica de la labor docente, mostrando que, a pesar de las adversidades, ellos permanecen dedicados a su misión de educar y empoderar a las próximas generaciones. Los docentes tienen la capacidad de reavivar el fuego que arde en el corazón humano, encendiendo hogueras en las nuevas generaciones y colocando en un sitial de honor la labor de los profesores, quienes unen el pasado con el presente y el futuro de la nación.

Por ello, un homenaje y reconocimiento especial a todos mis colegas profesores, que honestamente merecen ser llamados "Héroes del Siglo XXI".

Eduardo Fuentes Barra

Director del Liceo Bicentenario de Excelencia Nuevo Mundo de Mulchén

Magíster en Neurociencias en Educación, Universidad Mayor