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La denuncia de maltrato laboral y tortura contra una persona con condición del espectro autista en un hospital de la región de Los Lagos generó conmoción a nivel nacional y abrió un debate urgente sobre inclusión, derechos y salud mental en los entornos laborales.
En las últimas horas, el Comité para la Prevención de la Tortura (CPT) condenó categóricamente el caso, en el que un funcionario con TEA fue atado, rapado y quemado por sus colegas en el Hospital Base San José de Osorno, calificando los hechos como una muestra de prejuicios y discriminación estructural en entornos institucionales.
En paralelo, el Ministerio de Salud calificó los hechos como "extremadamente graves", ocurridos entre 2018 y 2020, y aseguró que mantiene seguimiento de las acciones judiciales y administrativas iniciadas por el Servicio de Salud de Osorno y la dirección del hospital.
Para profundizar en este tema, en entrevista con Diario La Tribuna, María José Ubilla, psicóloga y presidenta de la agrupación TEAcompaño Los Ángeles, abordó los riesgos de estas situaciones y los cambios necesarios para construir espacios de respeto e inclusión.
Hay vulnerabilidad todavía porque falta empatía, si ese es el asunto, falta empatía. Entonces, al haber esta empatía en general en los espacios, la vulnerabilidad de las personas autistas viene desde la falta de herramientas para comunicar. Para el tema de las habilidades sociales, a veces también se ven afectadas. Entonces, una persona autista como tal, hablando en general, pudiese tener ese tipo de áreas un poco más vulnerables: la expresión de lo que le está pasando y la interacción con sus pares dentro del entorno laboral.
Falta respeto y empatía. Eso ya no afecta solamente a las personas neurodivergentes, sino a todo el personal que esté inserto en un espacio así.
Vas a tener un nivel de cortisol sumamente elevado y cuadros ansiosos, insomnio, ansiedad, retraimiento social y bajo rendimiento laboral. Si este maltrato es sostenido por un tiempo considerable o si es muy intenso, puedes tener ideaciones suicidas o intentos suicidas. Con este tipo de cosas se está poniendo en riesgo la vida de otro ser humano, autista o no autista.
El espectro es amplio y no todos reaccionan igual. El entorno podría notar cambios como irritabilidad, retraimiento, búsqueda de mayor contacto con figuras de apego, insomnio o pesadillas. También se puede observar aumento o disminución en la ingesta de alimentos, consumo excesivo de alcohol o tabaco. Otro signo es la ansiedad cuando se habla del trabajo, especialmente al finalizar el fin de semana. Aunque también hay personas que no muestran cambios perceptibles para el entorno. Depende de cada persona autista, porque estamos en un espectro de características y rasgos.
La selección de personal es fundamental. Al igual que en educación, deben aplicarse evaluaciones y pruebas de personalidad para detectar perfiles. También es clave concientizar, realizar actividades de autocuidado y derivar a salud mental cuando corresponda. En el caso puntual del hospital, había personal disponible para derivar a los funcionarios que mostraran señales de requerir apoyo psicológico. Esa derivación no se hizo.
Ahora existe la Ley Karin, que permite denunciar vulneraciones dentro del trabajo, en la Inspección del Trabajo o en tribunales si se trata de un delito. También es importante que se cumpla la normativa y se sancione, porque en este caso no hubo protección para la víctima.
Fue tortura. El espacio de trabajo se convirtió en un espacio de tortura física y psicológica. Los responsables fueron cambiados de área, pero no hubo sanciones. Por suerte el caso se reabrió, porque estas situaciones no pueden quedar impunes.
La familia debe acercarse primero a la institución donde trabaja la persona y plantear la inquietud, conversando con la persona afectada y verificando lo sucedido.
Canales exclusivos no hay. Lo importante es que, al hacer una denuncia, la persona vaya acompañada por una figura significativa que la contenga y la ayude a expresar lo que sucedió. No existen apoyos establecidos específicos para la neurodivergencia.
Se necesitan espacios y apoyos concretos: explicar de manera comprensible, permitir que personas mayores de edad vayan con una figura de apego, y entregar acompañamiento real en el proceso de denuncia.
¿Qué tipo de apoyo requiere una persona que ha sido víctima de maltrato prolongado? Primero contención en su entorno cercano, familia y amigos. Luego apoyo legal cuando corresponda y psicoterapia obligatoria. También puede ser necesario apoyo farmacológico para tratar ansiedad o trastornos del sueño. No es una broma ni una talla: el impacto en la vida socioemocional es demasiado significativo.
Podemos apoyar con contención emocional gracias a profesionales de salud y del área legal. Lo hacemos de manera gratuita. Somos una red de apoyo en distintas áreas, educacional, salud y temas legales, siempre acompañando a las familias.
¿Existen redes de apoyo interinstitucional que puedan articularse mejor en estos casos? Sí, pero todo es autogestionado por nosotros. Tenemos contacto con instituciones de Los Ángeles y podemos vincular salud con duplas psicosociales, por ejemplo. No hay canales establecidos; nosotros los vamos articulando en conjunto con las familias.
La gran bandera roja es la salud mental. No es posible que en 2024-2025 existan espacios donde se torture a personas. Eso demuestra la carencia en salud mental y la necesidad de abordarla en los espacios laborales.
Instamos a informarse y a cuidar la salud mental. También a desarrollar empatía y respeto, que son la clave para todo. Sin empatía y respeto no podemos construir un espacio sano en ninguna área: familia, trabajo, educación ni salud.
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