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La Tribuna

Donar órganos: la decisión que nadie quiere tomar

por Leslia Jorquera

Hoy, existe un angelino al borde de la muerte y es prioridad nacional. Necesita un corazón y un riñón. Es padre de familia y está apelando a que alguien le permita ver crecer a sus hijos y compartir con su familia. Si estuviera en su lugar ¿le gustaría que lo ayuden? Donar vida es la decisión más difícil, pero la más altruista. Piénselo.

La cifra es triste y preocupante. Actualmente en nuestro país, existen 6,7 donantes por cada millón de habitantes. En pocas palabras, los chilenos no queremos donar órganos y menos cuando se trata de nuestros seres queridos. Estamos aferrados a la vida y la palabra solidaridad, la conocemos con el vuelto en el supermercado o para la Teletón, pero nada que implique un esfuerzo mayor. Como sociedad estamos mal.

En el año 2010, se creó una ley que estableció que toda persona mayor de 18 años será considerada donante de órganos una vez fallecida, a menos que en vida haya manifestado lo contrario. Sin embargo, no funciona.

Basta ver lo que ocurre estadísticamente en relación a otros países. Uruguay sin ir más lejos, tiene una tasa de 18 donantes por millón de habitantes. Prácticamente nos triplica.

Hace unas semanas en Concepción, ante la desesperación de encontrar un órgano para un pequeño de 6 años que necesitaba un hígado, su padre tomó la decisión de someterse al procuramiento y entregar parte del suyo al niño.

Lo lamentable, es que esto no nos conmueve. La donación de órganos es un proceso muy difícil para las familias. Pero cuando en vida existe la voluntad y el deseo de tomar la valiente decisión de ser un donante, los padres, hermanos o quien sea, tiene el deber de respetar esta decisión.

¿Cuántos órganos se pierden por esta actitud egoísta? No existen estadísticas, pero sin lugar a dudas que debe ser preocupante.

La donación de órganos debe ser un tema familiar que se aborde de forma permanente. Es respetable para quien decida no hacerlo. Cada cual tiene sus motivos. Ahora bien, quizás una solución sería que las personas que opten por no ser donantes, queden excluidas de recibirlos en caso de que lo necesitaran.

Lamentablemente, somos una sociedad que se forma en base al castigo. Somos de los países con más leyes en el mundo, ante nuestra incapacidad y mediocridad de actuar de forma correcta frente a nuestro entorno. No debiera haber una ley para ser donante, debiéramos ser capaces de construir una sociedad que empatice con el resto, que cree en la vida y en las posibilidades de entregarse a sí mismo.

Hoy, existe un angelino al borde de la muerte y es prioridad nacional. Necesita un corazón y un riñón. Es padre de familia y está apelando a que alguien le permita ver crecer a sus hijos y compartir con su familia. Si estuviera en su lugar ¿le gustaría que lo ayuden? Donar vida es la decisión más difícil, pero la más altruista. Piénselo.

 

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