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La Tribuna

Lo que viene ahora: las víctimas del olvido

por Zazil-Ha Troncoso

Afortunadamente, la tragedia vivida durante el mes de enero parece estar llegando a su fin. Atrás quedarán los grandes despliegues para extinguir los incendios, los voluntarios que viajaron de distintos puntos del país y el mundo.

Poco a poco se comienzan a extinguir los focos, y actualmente quedan 56, de los cuales 44 están controlados.

En unos días más, el hecho que hasta estos días conmueve a los habitantes de cada rincón de este país dejará de ser noticia y los medios de comunicación tendrán que apuntar su foco a otros acontecimientos de importancia para las personas.

Sin embargo, cientos de compatriotas pasarán nuevamente al anonimato, cargando su dolor fuera de las pantallas. Atrás quedarán las melodías dramáticas que había tras los relatos, y los rostros de televisión volverán a sus juegos matinales o a las noticias desde sus cómodos estudios.

Lo que hoy nos ha emocionado en la pantalla, mañana será más de lo mismo y se transformará en un mero recuerdo.

Lamentablemente, la memoria de Chile es bastante débil y la etapa que comienza en las próximas semanas es quizás tanto o más compleja que el combate a los incendios.

Familias que perdieron sus cultivos y quedaron con tierras inutilizables, que vieron como sus casas, negocios y recuerdos quedaron envueltos por las llamas, hoy están en una incertidumbre que a nadie le gustaría vivir.

Por esta razón es que la verdadera solidaridad chilena es aquella que es capaz de sobrepasar la moda que instalan la televisión, los medios y las redes sociales, y logra trascender.

No se trata de recursos económicos. El gobierno ha señalado que hay fondos para lo que viene y las campañas de ayuda han sido, afortunadamente, exitosas en su totalidad. Lo que hoy falta son manos que permitan consolar, que coloquen clavos, que limpien los lugares y que aporten con esfuerzo para reconstruir.

A veces, la contención puede ser una herramienta fundamental para devolver la alegría, el entusiasmo y la fortaleza a las familias afectadas. No todo es dinero. Hay una solidaridad espiritual que no podemos dejar de lado.

Nadie está exento de vivir una catástrofe. Nuestra región ha sido azotada en más de una ocasión por estos eventos, y la unidad es la única capaz de mantenernos en pie.

Los próximos meses, aquellos que persistan en su esfuerzo por ayudar y no claudiquen en entregarse a quienes lo requieran, serán las verdaderas muestras de solidaridad. Hasta ahora, todo el resto puede ser mera publicidad. Demostremos que no es así.

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