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La Tribuna

La comunicación en familia: algo que todos debemos fortalecer

por Leslia Jorquera

Demos espacio en la familia para que el diálogo y la confianza se puedan poner sobre la mesa. Otorguemos importancia a las historias y vivencias de los hijos, porque de lo contrario, suceden cosas desagradables y recién ahí, comenzamos a intentar cambiar algo que ya no es posible.

El fin de semana de Fiestas Patrias, una menor desapareció por varios días de su casa, generando una verdadera alarma pública, en un hecho que no es primera vez que sucede.

Cada cierto tiempo, en algún lugar de Chile y la provincia de Biobío, hijos adolescentes, discuten con sus padres o viven las primeras sensaciones del amor y optan por partir de sus casas, sin discernir lo que pueden provocar.

Tal comportamiento, genera la desesperación de todos los seres queridos, amigos, familiares, vecinos y conocidos, que inician búsquedas, movilizan a las policías, pensando lo peor.

Ahora bien, sin afán alguno de cuestionar la vida al interior de los círculos familiares, es necesario exponer un punto que se ha ido perdiendo cada vez más en la vida íntima del hogar: la comunicación.

Quizás por temor, miedo a la crítica u otras infinitas razones, los jóvenes, justo en la época en que están experimentando los cambios más importantes de su vida en materia sexual, corporal e intelectual, no sienten en su entorno directo, la confianza para poder enfrentar estas situaciones. Temen ser cuestionados. En Facebook o las redes sociales, basta con eliminar a quienes lo hagan, pero en la vida real, no es lo mismo. Por ello, la forma en que son abordados muchas veces, les provoca rechazo.

Por su parte, los padres, probablemente, no abren las puertas correctamente, para conocer lo que quieren, hacen o necesitan sus hijos. No existe maldad en aquello, pero si una responsabilidad que no podemos dejar de lado.

Hoy, en casa estamos invadidos por distractores que no permiten una fluida conversación. El televisor, el computador y el cada vez más invasivo teléfono móvil, se han encargado de dividir a las familias.

Muy pocos hogares comparten el desayuno, almuerzo o la once juntos. Cada cual hace su vida y las relaciones interpersonales van separando y enfriando las relaciones.

Como sociedad, debemos tener la capacidad de convivir con la nueva era de la información, de la tecnología, pero no dejar de lado aquello que nos diferencia de las otras especies, el uso de la razón, del afecto y cariño y por sobre todo de la comunicación.

Demos espacio en la familia para que el diálogo y la confianza se puedan poner sobre la mesa. Otorguemos importancia a las historias y vivencias de los hijos, porque de lo contrario, suceden cosas desagradables y recién ahí, comenzamos a intentar cambiar algo que ya no es posible.

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