Neurodivergencia

Con el fin de establecer el derecho a teletrabajo para padres y madres de niños y niñas en edad preescolar, con neurodivergencia o con alguna discapacidad, la diputada Maite Orsini, presentó un proyecto de ley que busca que ante el término de la emergencia sanitaria, cuidadores de infantes no pierdan el derecho a poder teletrabajar.

La iniciativa que fue presentada ante la Cámara de Diputados y Diputadas, establece que el trabajador o trabajadora que ejerza el cuidado personal tendrá siempre el derecho a optar por ejercer sus funciones en modalidad de trabajo a distancia o teletrabajo y que en ningún caso el empleador podrá oponerse o impedir que se ejerza este derecho.

Sin duda un tema del que poco se habla, pero que existe en la interna de muchas familias, donde -casi siempre- la madre o el padre de un niño o niña con capacidades diferentes debe dejar de trabajar para prestarle el apoyo necesario en el desarrollo de sus habilidades.  Con todo el impacto económico que eso significa.

Para ahondar en el tema, hay que señalar que cuando hablamos de neurodivergencia no nos referimos a una enfermedad, sino a personas cuyo cerebro humano funciona o asimila el entorno, de forma distinta.  "No está mal, ni es deficiente, sino que es una variedad del cerebro humano que tiene otras fortalezas y otros desafíos.

En 1998 la socióloga y activista Judy Singer acuñó el término neurodiversidad como sinónimo de biodiversidad neurológica. Así como la biodiversidad indica la coexistencia y diferenciación de varias especies en un ecosistema, la neurodiversidad define la variación natural entre un cerebro y otro en la especie humana.

Según esta idea, por tanto, somos todas y todos neurodiversos precisamente porque, aunque pertenecemos a la misma especie, no hay dos cerebros iguales.

En la infinita variedad caracterizada por la neurodiversidad humana, sin embargo, algunas personas comparten una serie de características en comparación con otras. De hecho, la mayoría de los individuos sigue un desarrollo neurológico que, sin considerar las diferencias individuales, puede considerarse típico. A estas personas se las denomina neurotípicas.

Y una parte más pequeña de la población (que se sitúa entre el 15 y el 20%) comparte un desarrollo neurológico en algunos aspectos diferentes al de la mayoría, descrito desde un punto de vista estadístico como atípico. Estas personas se definen como neuroatípicas o neurodivergentes, y entre ellas podemos encontrar individuos con autismo, dislexia, TDAH, síndrome de Tourette, discalculia, disgrafía, etc.

Según esta idea, por tanto, somos todas y todos neurodiversos precisamente porque, aunque pertenecemos a la misma especie, no hay dos cerebros iguales.

Dicho esto entonces, y considerando que se trata de personas diferentes, en una sociedad común, muchos y muchas se preguntan: ¿Por qué es necesaria una ley como la que se está impulsando?  Si se trata solo de personas distintas en un entorno común.

Pues les explico, la sociedad actual tiende a seguir parámetros de comportamientos y convivencia entorno a la forma de pensar y actuar del 80 - 85% de la población neurotípicas, quedando rezagados el otro 15 a 20% de la población cuyas características no le permiten seguir el patrón común.  Este grupo trabaja arduamente en el proceso de integración, siendo el mayoría desafío de una familia de un niño o niña, neurodiverso.

Se logra, si claro que sí, y con creces porque dicho sea de paso son mentes que en muchos casos están por sobre el promedio en su coeficiente intelectual.  No obstante, se requiere tiempo, terapias, apoyos especializados y una nutrida agenda de actividades.  Y es aquí donde entra la ley. 

No se está pidiendo beneficencia, tampoco que me paguen sin trabajar. Sino formas alternativas de desempeñarse, con flexibilidad de tal forma de tener el tiempo de asumir el desafío de la inclusión.

Sin duda, hay que avanzar en estas materias.