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Nueva Ley TEA

por La Tribuna

El pasado jueves 2 de marzo, fue promulgada la Ley TEA, iniciativa que busca promover un abordaje integral de las personas diagnosticadas con el Trastorno del Espectro Autista, asegurando la igualdad de oportunidades y la inclusión.

Un desafío muy amplio considerando que históricamente las personas, de cualquier edad, con un comportamiento “atípico” han sido discriminadas a nivel social, educacional, laboral, en otros ámbitos, por su condición que las lleva actuar de forma distinta, siendo el acceso a terapia de alto costo y a nivel educacional, tremendamente desafiante.

«Vamos a trabajar para que esta ley no sea solamente papel, sino que se implemente en las escuelas, que la obligación de rendir cuenta todos los años respecto a los avances de esta ley venga cada año con buenas noticias, que no dependa de los sostenedores de cada colegio o de la capacidad económica del sostenedor», señaló el Presidente Boric, al parecer consciente de los que significa en realidad acoger la neurodiversidad.

Y es que no se trata solo de instaurar programas educacionales o sociales, y garantizar el acceso a una salud integral, sino que de un cambio cultural al que todos y todas, debemos adherir, reconociendo que cada persona tiene un patrón único de habilidades y debilidades cognitivas, emocionales y conductuales, y que estas diferencias no son necesariamente patológicas o problemáticas, sino simplemente una variación natural en la forma en que el cerebro humano se desarrolla.

Actualmente, la variedad de afecciones neurológicas y psicológicas, incluyendo el autismo, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), la dislexia y el Síndrome de Tourette, entre otros; se ha abordado desde la mirada de una falta de capacidad, sin embargo, el concepto de neurodiversidad se basa en la idea de que estas condiciones no son necesariamente discapacidades, sino simplemente diferentes formas de procesamiento y percepción del mundo.

Es en este punto, donde cobra sentido legislar, promoviendo la aceptación y el respeto hacia las personas con afecciones neurológicas y psicológicas, desafiando la idea de que estas diferencias son algo que debe ser corregido o curado.

A contrario, enfocándose en fomentar un entorno inclusivo que valore la diversidad y respete las necesidades y habilidades individuales de cada persona.  Esa es la gran tarea, y esperemos todos y todas, que no quede todo en letra muerta.

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