Falta de alimentos

Los datos proporcionados por el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (ONU) son alarmantes. Se estima que aproximadamente 828 millones de personas se acuestan cada noche con hambre, y otras 345 millones enfrentan inseguridad alimentaria aguda, lo que significa que no tienen certeza de si podrán alimentarse adecuadamente.

El mundo atraviesa una crisis sin precedentes en la historia, con el hambre expandiéndose a niveles alarmantes. Este problema cobra aún más relevancia si consideramos que cada 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación.

En un planeta habitado por cerca de 7 mil millones de personas, alrededor del 20% de la población vive con la incertidumbre diaria de no saber si podrán comer de manera adecuada. Es decir, uno de cada cinco habitantes enfrenta la amenaza constante del hambre severa, la mala nutrición y la desnutrición.

Es irónico que, a pesar de los avances científicos y tecnológicos en la producción agrícola, el mundo no haya logrado garantizar el acceso a alimentos para todos sus habitantes. Este desafío es cotidiano en muchas regiones y su magnitud es asombrosa.

Podría pensarse que este problema se limita a países subdesarrollados o en crisis económica y social, como sucede en varias naciones africanas o en Haití. Sin embargo, la crisis alimentaria mundial ha sido exacerbada por una combinación de cuatro factores principales: los conflictos armados, la crisis climática y su impacto en las cosechas, las secuelas económicas de la pandemia de covid-19 y el aumento de los costos de producción de alimentos.

Por ejemplo, los costos operativos mensuales del Programa Mundial de Alimentos de la ONU han aumentado en US$73,6 millones en comparación con 2019, lo que representa un incremento del 44% en los últimos tres años. Según el organismo, "el dinero extra que ahora se gasta en costos operativos habría alimentado previamente a 4 millones de personas durante un mes".

Sin embargo, esta crisis no se resolverá únicamente con dinero. Si así fuera, el problema habría sido solucionado hace tiempo. La verdadera clave radica en la voluntad política para poner fin a los conflictos y en el compromiso de frenar el calentamiento global.

Según el informe de la ONU, estos dos últimos factores son los principales motores que perpetúan el hambre. Por ello, es urgente avanzar en medidas sustanciales que aborden estos desafíos, utilizando la diplomacia para resolver conflictos y reduciendo los factores ambientales provocados por el hombre que están alterando nuestro entorno.