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La Tribuna

Mario Valenzuela: el principal impulsor del teatro en Los Ángeles nos cuenta su historia de vida

por Juan Villalobos

El destacado director y actor participó activamente en el año 1967 trabajando en los primeros montajes realizados en la provincia de Biobío.

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Por miles de años, remontándonos hasta la antigua Grecia, el teatro ha

construido un lugar en la base de diversas sociedades como un elemento

fundamental de las artes escénicas. Su desarrollo está vinculado con la

combinación de diversos elementos, como la gestualidad, el discurso, la música,

los sonidos y la escenografía.

En Los Ángeles, a mediados del año 1967, el teatro comenzó a situarse en

el pensamiento colectivo local con el lanzamiento de las primeras obras

presentadas a los habitantes de la provincia de Biobío, comenzando a escribir

una prolífera historia bajo el telón y los focos reflectores que hasta hoy en

día iluminan los principales escenarios de la ciudad.

Uno de sus principales protagonistas e impulsores es Mario Valenzuela

González, quien ostenta en su nutrida

carrera artística los premios a Mejor director teatral y Mejor actor

dramático, zona centro sur 1976, actual Premio Identidad Angelina año 2019.

La

infancia del profesor Valenzuela se desarrolla en el sector norte de Los

Ángeles, en calle Almagro 1058, alumno del Liceo de Hombres y de la Universidad

de Concepción.

En

el campo de la docencia se define como amante y crítico de ella, identificando

a la educación como un proceso permanente y no terminado que acompaña a la

persona en la construcción de su propio pensamiento reflexivo y crítico,

desarrollando sus competencias y emociones personales, en una sociedad en

constante cambio.

En

este ámbito de educación permanente, su visión lo guía hacia la construcción de

una estrategia de ciudad educadora eligiendo, más bien por intuición y pasión,

la afición por el arte teatral como una acción de desarrollo comunitario.

Cuando

se crea el Departamento de Educación Extraescolar del Ministerio de Educación,

es nombrado coordinador provincial, logrando hacer funcionar 48 grupos de

teatro, además de llevar esta disciplina a iglesias, juntas de vecinos,

empresas, etc. Su gran objetivo es lograr capacidad técnica al interior de los

elencos y al exterior formar un público receptivo del hacer artístico.

Su

currículum identifica tres magísteres en educación, perfeccionamientos

internacionales en la Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil;

Universidad Abierta de San Luis de Potosí, México, y la Universidad Católica de

Manizales, Colombia, además de múltiples cursos de perfeccionamiento y

diplomados en distintas universidades chilenas.

Después

de 14 años alejado del mundo del arte y la cultura, hoy integrando a algunos antiguos

actores unidos a una nueva generación, renace a su pasión teatral y monta la

obra musical El hombre de la mancha, la que ya prácticamente está terminada y

lista para su estreno.

Diario La Tribuna conversó en exclusiva con el destacado, director,

actor y docente, sobre su historia personal ligada al mundo del teatro, sus

orígenes, evolución y perspectiva sobre la actual situación que el arte

escénico vive en los escenarios de la provincia de Biobío y todo el país.

¿Cómo fue su primer

acercamiento con el teatro, cuándo se hizo parte de su vida?

Ya

estábamos dejando la adolescencia. Recuerdo que existía acá en Los Ángeles la Casa

del Arte, esto en el año 1962-1963; estaba ubicada entre Rengo y Tucapel. No

era municipal, sino organizada por la gente a la que le gustaba la cultura; ahí

teníamos el coro, el ballet, el jazz, que era bien importante en esos tiempos;

las sesiones se hacían en la casa y los chiquillos de los liceos se sentaban en

las aceras y escuchaban el jazz.  Era

bien bonito y ahí llegó un señor, Andrés Morales, con conocimiento de teatro, proveniente

de Angol. Y se le ocurre formar una escuela de teatro que no tenía nada que ver

con el sistema escolar y ahí trabajamos la primera obra el año 1967: Los grillos

sordos, dirigida por Andrés Morales, la cual es la primera obra que se ejecuta

aquí en Los Ángeles.

Andrés

nos enseñaba a caminar, a sentarnos, todo lo que es básico del teatro, muy

rudimentario. Tendríamos un escenario más o menos de unos 3x4 metros y unas 20 sillas;

ese era nuestro taller y recuerdo que en los primeros montajes que realizamos con

Los grillos sordos tuvimos cuatro personas presentes las primeras veces, quizá

un poco más de espectadores, donde casi todos eran todos familiares. Con esto

se marcó el inicio de un proceso de teatro en la provincia; la obra del

dramaturgo Jaime Silva abordaba en su trama un mensaje sobre el egoísmo que

destruye a la sociedad.

¿Cómo empezó a desarrollarse

y crecer profesionalmente con el teatro?

Alrededor

del año 1970 nace la agrupación de teatro Magisterio, donde yo dirigía la compañía.

Ahí montamos durante tres años y publicábamos una obra al año. ¿Por qué nos

demorábamos tanto? Nosotros utilizamos 200 horas para realizar un montaje, no

podemos hacerlo en dos meses, realizamos un trabajo de cuatro a cinco horas a

la semana; otras compañías trabajan siete horas en un día. En ese momento

estábamos aprendiendo. Comencé adquirir más conocimientos cuando en aquel

entonces viajé a Santiago a un curso que duró tres años sobre dirección

teatral, donde me entregaron un título de docente de teatro y ya con eso continuamos

impartiendo el teatro en Los Ángeles, pero trabajando en conjunto con la

Municipalidad de esos años.

Empezamos

ese semestre a hacer teatro en lo que se llamaba Cine Municipal, no como Casa

de la Cultura. Nosotros llegábamos y ensayábamos alrededor de las 12 de la

noche. Recuerdo que teníamos que subir el telón que es sumamente pesado, lo

dejábamos ahí, ensayábamos los días sábado. Posteriormente, como a las 7 u 8 de

la mañana, empezábamos a bajar el telón para dejarlo listo para el cine, amanecíamos

ensayando. Toda la noche. Ahí montábamos nuestras obras.

Posteriormente

se cierra como Cine Municipal y se abre como Casa de la Cultura, y ese también

es el tercer impulso que tiene el teatro, ya que ahí empezamos a montar obras

ya más interesantes, está por ejemplo La niña en la palomera, La remolienda,

de Molière El médico a palos, La pequeña historia de Chile, y empiezan a

aparecer obras de más peso; ya no eran estas obritas pequeñas porque el grupo

empezó a tener bastante conocimientos técnicos de lo que es teatro y además

nosotros, en otra línea, queríamos formar una masa crítica de angelinos que

entendiera el teatro. Entonces para eso teníamos que tener muchos grupos de

teatro, yo llegué a tener 48 en la provincia, por lo tanto, teníamos una

juventud que con el tiempo iba a poder entender y poder llegar a la sala para

analizar y gozar de una obra.

¿Hay alguna obra época

dorada del teatro en Los Ángeles que recuerde con especial cariño?

En el marco de la

finalización de un taller que realizamos en Santiago, entrevistamos a un personaje

característico del folclor local, el Tatay, folclórico que las personas

antiguas conocen, unos con un cariño, otros no con mucho cariño, porque era

grosero también, pero le buscamos la cosa humana a este hombre. Y nosotros

empezábamos a buscar, investigar qué es lo que hacía y todos esos antecedentes

que nosotros recopilábamos se los entregábamos a una profesora, Rosa Mery

González, quien fue nuestra redactora de la obra; entregábamos los antecedentes

que investigábamos nosotros y ella nos traía unas 10 horas escritas, y nosotros

en el taller las reducíamos a dos o tres hojas para sacarle la médula y hacer

un diálogo. Esa obra la montamos así y fue realmente bonita. Nos presentamos a

un festival regional de teatro y obtuvo esos dos primeros premios: al Mejor

director de la zona centro sur y al Mejor actor dramático; yo esa obra la

dirigí allá y la actuaba también. La actué de manera accidental también, como a

unos 20 días antes de la presentación oficial, el actor que hacía el papel

principal, que era el Tatay, se retira del grupo y sin el actor principal no

había obra, entonces hice  el papel. Lo

hice y resultó, me gané el premio de mejor director y actor dramático.

¿Cómo fue la evolución crítica del teatro

para usted?

En el

grupo han pasado personas fundamentalmente profesionales para poder analizar

realmente fuerte el texto; para nosotros, o para mí lo más importante que tiene

el teatro, es el trabajo en mesa, el análisis de contenido, el análisis de

proyección, la propuesta, todo lo teórico, y que obliga al actor a hacer

investigación de otras cosas.

Sobre el personaje...

Se

tiene que leer otras cosas y hacer entrevistas. En todas las obras que se

montan se invita a distintos profesionales: tenemos pintores, escritores,

psicólogos, sociólogos, leyes, abogados, depende del tema nos van orientando,

esto es lo que pasa para tener una buena información y poder presentar una

verdad al público.

A

las primeras obras que nosotros realizamos utilizando la Casa de la Cultura

asistían unas 50 personas, eso era mucha cantidad, pero con los pies arriba de

la butaca, el escupo arriba: oye puh con... qué estai haciendo..., ese era el

ambiente que teníamos, en aquel entonces actuábamos cosas dramáticas, la gente

se reía, nos gritaba cosas e interrumpía las obras.

Ese

era también nuestro objetivo, nosotros no podíamos criticar a esa gente porque

si no había ido nunca al teatro, no podíamos cambiar su perspectiva, y bueno,

logramos hacerlo. A partir de su cultura nativa hicimos que la gente que nunca

había ido al teatro de cierta forma se educara con el arte y aprendiera a

apreciar, y prácticamente toda una generación de aquella época aprendió a ser

un público formado sobre las obras y a verlas con respeto, trascendiendo hasta

el día de hoy.

¿Cómo ve encaminado el

teatro en la actualidad?

Actualmente

el teatro debería seguir el mismo lineamiento de antes, ser un actor social activo;

nosotros teníamos muchos talleres repartidos por toda la provincia, nos acercábamos

a lugares vulnerables, teníamos incluso programas de alfabetización a través de

nuestra acción social; mediante el teatro estábamos muy cerca de la gente, que

es lo que el teatro debe hacer y son valores que hoy en día se han ido

perdiendo de a poco con el tiempo.

Yo quiero invitar a que la

gente vea nuestra obra de teatro, nuestro montaje El hombre de la mancha, la

cual ya está programada para presentarse el 16 de mayo en el marco del

aniversario de Los Ángeles. Invito a todos a hacer una reflexión sobre las

relaciones humanas, como el respeto hacia la diversidad y descubrir en cada

persona lo interno de cada uno. Esa interioridad, esa esencia humana, debemos

llevarla y ver qué es lo que queremos mostrar para una discusión en sus propias

casas y entre sus amistades.

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