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La Tribuna
Columnista

Juegos políticos

La Tribuna

por La Tribuna

Todo

parte mal. De partida, la referencia al gobierno siempre está definida por la

persona que asumió la función de Primer Mandatario. Por ello, se habla del

Gobierno de Piñera, lo que ocurrió en el Gobierno de Lagos o en el de Frei,

otorgándole a dichos personeros, casi la condición de Rey, Después de mí, el

diluvio, habrá expresado muy ufano el Rey Luis 14 en la Francia absolutista.

Hoy ocurre lo mismo. Culminado el periodo del Rey-Presidente, todo cuanto

durante su mandato se hizo, será caratulado Obra de tal presidente, restando

mérito al resto de la institucionalidad.

Al

respecto, recuerdo que en aquellos días que me correspondía presidir el Senado,

terminada la tramitación de una nueva Ley, se disponía un oficio, firmado  por el Presidente en Ejercicio del Senado,

mandatando al Presidente de la República la ejecución de la ley en cuestión.

Por ello el nombre del Primer Mandatario, en frases más simple, el Primer

Mandado.  Si el cuerpo legal resultaba

políticamente atractivo, el Mandado, hacía y hace, una ceremonia con

invitados ad-hoc, alentando en la prensa la idea promulga la ley en el gobierno

del tal Presidente. El Rey ha puesto su firma y a pesar de que es un cuerpo

legal, que muchas veces ni siquiera es de su autoría, la sola firma para su

promulgación, es suficiente para desviar la atención de toda la institucionalidad

que es gobierno. Personalmente viví la experiencia  de haber sido impulsor de la Ley de Culto,

Presidir la Comisión Especial que dio origen a la redacción final de tal

proyecto, Presidir el Senado en su tramitación y luego, ya aprobada, estar ausente

de todo acto de la Presidencia con motivo de su promulgación. Los países con

mayor cultura cívica, comunican más institucionalmente las noticias propias del

desarrollo o de la promulgación de una ley, El gobierno de los EEUU, bajo la

administración Obama, promulgó tal ley. Al Gobierno se le da el status que

corresponde y al Presidente su función administradora.

Hoy

la llamada Oposición, hace esfuerzos enormes por no estar en ninguna parte a

costa de querer estar en todas partes. 

Se diluyen y finalmente, quedan en los titulares. No hay análisis de

nada, solo vociferar un slogan, una portada pegadora y nada más.  Si bien esto es un asunto trascedente, por

cuanto, en el caso de la Cámara de Diputados, se trata de parte del Poder

Legislativo, la cuestión pública de su actuar, es recogido por la prensa, ávida

del conflicto, (no sé si de los directores de medios o de los periodistas o

ambos), lo transmite, echándole más combustible a la hoguera de la corrupción.

Resultado, un Poder del Estado, desprestigiado según el 82% de los

chilenos.  Ante tal evidencia, se aumenta

el ataque al gobernante, en una suerte de, sálvese quien pueda, y los asuntos

de Estado, aquellos que deberán permanecer, se marginan.

Lo

anterior, nos lleva a algunas conclusiones. De partida la Democracia, tiene

valor en la medida que se trate con dignidad. Ella, la Democracia, es la

manifestación de la libertad de una sociedad y si consideramos que libertad, es

la manifestación de nuestra responsabilidad, entonces estamos a medio camino de

ninguna parte. Salvo que no nos interese asumir las obligaciones que se nos

impone por ser demócratas. Por lo demás, en las sociedades latinas, la nuestra

es una de ellas, no estamos dispuesto a la meditación. No, a lo más seguimos un

líder, lo que es verdad. El problema es que la Oposición, tampoco lo tiene.

Mario Ríos Santander

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