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Columnista

Autismo femenino

Faviola Sofía Inostroza Pardo
Directora de Formación e Identidad Santo Tomás Los Ángeles

por Faviola Sofía Inostroza Pardo
Directora de Formación e Identidad Santo Tomás Los Ángeles

En el marco del “Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo” me permito relevar a las mujeres dentro de la Condición del Espectro Autista, dado que durante marzo conmemoramos nuestro día internacional. Actualmente, se ha acuñado el constructo de Condición del Espectro Autista (CEA), evitando así la connotación negativa de la palabra “trastorno”, ya que permite relevar la presencia de la neurodiversidad / neurodivergencia y no de una perturbación, desorden o disfuncionamiento. En nuestras latitudes aún prevalece el hecho que la condición de autismo se asocia a una discapacidad de tipo psíquica e intelectual, con un tipo de trastorno del desarrollo que afecta la destreza del cerebro para lograr las habilidades sociales y de comunicación dentro de los patrones “normales”.

En cuanto a cifras, la Organización Mundial de la Salud (2017) ha indicado que a nivel mundial uno de cada 160 infantes se encuentra dentro del Espectro Autista, siendo su incidencia más alta en niños que en niñas. En Chile, de acuerdo con la Guía de Práctica Clínica, Detección y Diagnóstico Oportuno de los Trastornos del Espectro Autista (TEA) del MINSAL (2011) no existe un registro del diagnóstico del trastorno del espectro autista, aunque en una presentación de la Subsecretaría de Salud Pública en 2018, se estimó la existencia de 50.500 de niños, niñas y adolescentes que presentan esta condición, por lo cual, se ha tipificado como explosivo el incremento de su diagnóstico en las últimas décadas, lo que es coherente con el panorama internacional.

Así, para la Condición del Espectro Autista persiste la tradición de una cultura infantilizadora y estigmatizadora y en específico, para las mujeres dentro de la condición, se ha documentado que han tenido que ocupar el camuflaje social o “masking” (proceso que emplean las personas para imitar los comportamientos socialmente esperados y validados) para obtener trabajo, desarrollar y mantener amistades o evitar el acoso ya que su pesquisa y diagnóstico comenzaría desde la comorbilidad psiquiátrica o la discapacidad intelectual, lo cual representaría un sesgo porque en general las mujeres en la presentación clínica del espectro autista muestran capacidades cognitivas adecuadas, diferentes a la de los consultantes varones.

Asimismo, se ha demostrado la existencia de un subregistro para las mujeres en la condición, ya que presentan mayores habilidades sociales y mejor desarrollo lingüístico.

Sumado a esto, desde el contexto de evaluación, las pruebas de diagnóstico y detección en autismo se han desarrollado en base al fenotipo típico de los niños, que no incluye muchas características de las niñas con autismo, por ejemplo, los hombres con autismo exhiben conductas más repetitivas que las mujeres.

Si se utiliza el comportamiento repetitivo como criterio de diagnóstico, es posible que se pase por alto a las mujeres dentro de la condición. Si bien, la gran mayoría de las personas CEA informan que se camuflan hasta cierto punto, hay indicaciones de que puede ser más común entre las mujeres. Muchas de ellas son diagnosticadas tardíamente, muchas veces por medio de un autodiagnóstico, por el azar o básicamente por poseer algún familiar dentro del espectro. Por tanto, la invitación es hoy a resignificar el rol de género dentro de las necesidades y demandas del espectro autista.

Faviola Sofía Inostroza Pardo

Directora de Formación e Identidad

Santo Tomás Los Ángeles

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