Opinión

Juegos de tronos en política

ALEJANDRO-MEGE-4,
ALEJANDRO-MEGE-4 / FUENTE:
"La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez, en política muchas veces."  

Winston Churchill.

Observando el panorama del quehacer de la política y el accionar de los políticos, especialmente de quienes  han hecho de ella su profesión y su forma de vida, nos pareció ver cierto símil - con algunas escasas y notables excepciones por cierto, que generalmente las hay entre algunos de los políticos que son serios y responsables con la función que  los ciudadanos le han delegado- con el  fondo de la novela llevada a la televisión y al cine, "El juego de tronos",  del escritor George R.R. Martín que ha sido leída y vista por millones de personas en el mundo, en un intento por relacionar su trama, con la actividad política y los políticos, que no solo resulta intrigante y fantasiosa con promesas que no se cumplen, compromisos que se rompen, lealtades que  transan cuando conviene, con  alianzas ocasionales que, al poco andar, se desechan y que hace uso de artimañas de todo tipo para cautivar e impresionar al ciudadano más desprevenido o mal informado, conseguir su apoyo y direccionarlo por las aguas que llegan a  sostener sus propios molinos hacia los fines que les interesan y lograr vencer a los demás candidatos, sacarlos del camino y acceder al poder  para alcanzar los objetivos ideológicos del conglomerado al que se pertenece o que los acoge y así establecer la forma, el cómo y en qué condiciones se debe desarrollar la vida humana en sociedad.  Si bien los ciudadanos, algunos bien informados y con conocimientos de la realidad del entorno, conscientes de sus limitaciones y posibilidades; otros con desarrollado instintos de desconfianza, productos de las experiencias vividas y que los alertan sobre las consecuencias tanto sufridas como esperadas, así como unos cuantos que, por distintas razones culturales y socioeconómicas, parecen vivir en un mundo distinto, gris y sin matices, en una sociedad que los margina  sin posibilidades siquiera de esperanzas posibles y que, por tanto les resulta ajena e indiferente a los problemas que los aquejan y que no solo los llevan a desconfiar de la política y,  lo que es peor, temerle, por cuanto consideran que los partidos políticos y quienes los integran y dirigen, con sus posiciones intransigentes del todo o nada, demuestran no tener  intenciones serias de resolver sus problemas, aunque en sus discursos lo afirmen -y así lo percibe mayoritariamente la ciudadanía- de permitirles la oportunidad de obtener mejores condiciones de vida y así alcanzar la justicia social y el derecho de todos a una vida más digna,  por lo que, aun estando obligados por ley de acudir a las urnas a expresar su opinión, un porcentaje importante no lo hace  o bien, anula su voto o lo hace en blanco (más de 2.600.000 electores tuvieron esa actitud) y, a pesar del sentir ciudadano de que ningún candidato ni postura ideológica los representaba genuinamente, especialmente aquellas que se encuentran en los polos más distantes de las ideologías extremas, por la situación de temor, la inseguridad e incertidumbre social, los errores cometidos (algunos casi infantiles) por la inexperiencia no asumida  y la supuesta supremacía intelectual y moral de los noveles gobernantes y con la promesa del bien común y de poner orden en el caos de los nuevos actores políticos, que sostienen posiciones ya  conocidas y vividas,  terminaron por capturar, circunstancialmente  y por ahora, a muchos electores, dejando un amplio vacío en el centro de la vida política, centro ideológico que se requiere para mantener el equilibrio y la sensatez para gobernar el país con democracia. Si quienes obtuvieron una mayor adhesión, en uno u otro extremo,  no toman conciencia de lo que realmente requiere y une a la sociedad chilena y actúan en consecuencia el péndulo del voto ciudadano oscilará en sentido contrario.

Alejandro Mege Valdebenito.

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