En diciembre del año pasado tuve la oportunidad de estar con Mireya Cecilia Romana Pantoja Levi, SI, con la incomparable Cecilia. Fue en el marco de la entrega de los premios regionales de Cultura, ese día mi amiga Milena Gallegos recibió la distinción regional reconociendo su increíble gestión en la materia.

Ustedes se preguntarán, por qué en un espacio destinado a la "opinión" me permito hablar de Cecilia, la mujer nacida en Tomé que no solo llevó el nombre de su ciudad natal por el mundo, sino también el de la región y, por cierto, el de Chile.

Cecilia, inmersa en la llamada "Nueva Ola" no sólo fue una gran representante del Rock and Roll y su efervescencia en una década marcada por turbulencias políticas y bélicas en el mundo, sino que contrario a sus pares, ella siempre mantuvo su nombre artístico en español, sabiendo que la identidad es fundamental en un artista y que esa identidad debe respetar los orígenes, en el caso de ella, orígenes que se enmarcan en una crianza con el mar y la tierra, tal como es Tomé; así de bella su música, su ciudad, su región y por cierto, ella.

Aunque es doloroso y triste hablar de quienes han partido, lo cierto es que Cecilia recibió el reconocimiento y, aunque pocos lo sepan, fue el gobierno de Michele Bachelet el que entregó el "Premio a la Música Nacional Presidente de La República".

Su trabajo y la herencia dejaría una importante marca en generaciones futuras, casi como influencia, su música se respira hoy en Mont Lafert, Los Tres entre otros.

Pero las cosas no sólo quedan ahí, también debiéramos destacar la silenciosa amistad que sostuvo junto a otra de las grandes cantautoras que ha tenido nuestro país y si bien, tenían estilos musicales muy distintos, lo cierto es que la forma de ver el arte la unió a Violeta Parra.

Pero mi respeto y reconocimiento a Cecilia (espero igual el de ustedes), también pasa por una puesta en escena y un carisma que la ubica como una mujer transgresora para la década del 60, tanto en temas artísticos, musicales como sexuales. Su talento era único, de ahí que sea incomparable.

Pues bien, en el marco de un proceso de descentralización manoseado desde el centro y obstaculizado por ideas alejadas de las realidades locales, Cecilia me ha hecho detener el pensamiento diario y me ha llevado a mi origen y a la importancia de las convicciones, pues sin ellas, todo está perdido.

Salí de Mulchén a estudiar fuera, desde siempre supe que estaba destinado a ser un servidor público, al poco andar tuve la dicha y honor de ser el director del hospital, concejal y alcalde de mi comuna y por eso sé que querer es poder. El sueño primero se sueña, luego es deber de toda persona hacerlo realidad, sin importar si eres hombre o mujer, sobre todo, en años donde serlo parecía ser pecado.

Eso tiene Cecilia que debemos respetar - entre muchas otras cosas - tener todo claro desde el principio se convierte en pilar del futuro, construir todo desde la sabiduría de saber por qué estamos aquí y cuál es el rol que se debe cumplir, solo nos lleva a ser exitosos en lo que amamos.

Como lo hizo Cecilia, no importa ser hombre o mujer, rico o pobre, citadino o campesino (ya se entiende la idea), lo importante es creer en uno mismo, usar la inteligencia y todas las herramientas disponibles para lograr el sueño. Así, podemos ser de Mulchén o Tomé, comunas y pueblos pequeños, podemos tener todo en contra gracias al centralismo y egoísmo de unos pocos, pero lo importante es reconocer, como dice La Renga que "no se puede construir, todo un sueño, sin soñarlo".

Jorge Rivas Figueroa

Administrador Público

Licenciado en Ciencias Políticas