Opinión

Celebración a los niños/as: nada ha cambiado tras la Gran Guerra

Administrador Público
Licenciado en Ciencias Políticas

Jorge Rivas, alcalde de Mulchén,
Jorge Rivas, alcalde de Mulchén / FUENTE:

Como la gran mayoría de las conmemoraciones, la celebración del Día Internacional del Niño/a tiene su origen en muertes, asesinatos y la violencia que se desata en una guerra, pero su nacimiento, no es de cualquier guerra, es una consecuencia de la vulnerabilidad de ellos/a y de la miseria a la que fueron sometidos en la y post Primera Guerra Mundial.

Huérfanos/as que debieron asumir desde la más temprana edad la responsabilidad de ser adultos, sin que su corta vida les permitiera el disfrutar vivirla.

Sin amor, con hambre y con solo la inteligencia y capacidades físicas dieron vuelta el destino para convertirse en adultos cuya infancia fue castrada por la estupidez humana de llegar a una guerra.

Así, con la claridad de que el origen de esta fiesta es triste, la llamada Sociedad de las Naciones, con un texto en francés, reconoce por primera vez en la historia que niños y niñas tienen derechos y proclamando el uno de junio de 1925, como el "Día Internacional del Niño".

34 años más tarde y cuando esos niños y niñas de la post guerra ya eran adultos, la misma ONU (¡34 años más tarde!) dictó un 20 de noviembre de 1959 la "Declaración de los Derechos del Niño", los mismos que hoy se violan, sin conciencia o vamos discutir con nuestros egoísmos dejaremos un planeta sin recurso a los que vienen, es decir a nuestros niñas / os. Serán ellos los que deberán crear otra guerra para tener agua, ¿cuándo hoy podemos detener eso?

Y antes de presentarles mi idea, no puedo dejar de lado que solo en 1973, otro organismo multilateral, me refiero a la Organización Internacional del Trabajo, a través del convenio 138 resolvió preocuparse, por primera vez, de los niños/a trabajadores/as.

De esta manera, los estados miembros de la ONU que suscribieron las declaraciones se comprometieron al respeto y cuidado de estos derechos, pero la verdad, no se respetan.

El 5 de octubre del año pasado (fecha histórica de nuestra República), la Defensoría de la Niñez (creada bajo la Ley 21.607) hizo público el "Estudio de políticas públicas relacionadas con la salud mental de niños, niñas y adolescentes".

En este trabajo realizado junto a la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, las conclusiones son lapidarias. Estamos, lisa y llanamente, mal.

La pandemia fue capaz de crear niños/as solitarios/as con serios problemas de relacionamiento con sus pares, el regreso a la vida real, dio cuenta que el 86% de los/as menores tiene serios problemas de ansiedad y un 83% bordea la depresión con fuertes inclinaciones al aislamiento. ¡Ve que estanos mal!

No podemos garantizar el agua, menos la salud mental, porque en Chile ese tipo de tratamientos es caro, muy caro para todos y todas y ni siquiera el Estado cumple a cabalidad para hacer cumplir este derecho, porque los temas de accesos a una salud digna y oportuna, en Chile, no existen para los pobres y digo POBRES, porque usar la palabra vulnerabilidad le resta realidad a lo que significa no tener para sanar o para comer.

Desde el fin de la Primera Guerra Mundial, al surgimiento del reconocimiento de los derechos del niño/a, las cosas fundamentales no se han movido ni un ápice. Nuestro niños/as son vulnerados/as a diario, no fuimos y no somos capaces de protegerlos, pese a la existencia de instituciones como la Ley N°21.430,  que da vida a la "Protección Integral de los Derechos de la Niñez y Adolescencia", y la  Ley N°21.331, que reconoce y protege los derechos de las personas en la atención de salud mental, y parece que esta última ha olvidado que los niños y niñas también la necesitan, sobre todo, post pandemia.

No podemos quedarnos en el famoso "pan y circo" con el  Día del Niño/a, este ya sucumbió a las necesidades del mercado y aunque es hermoso verlos/as reír, lo cierto es que no podemos quedarnos en un solo día y quienes somos servidores públicos, debemos insistir en los derechos de ellos y ellas, porque la educación, el cuidado del planeta, el acceso a la salud, el derecho a expresarse, a tener una vida de calidad y su protección (entre muchos otros),es nuestra responsabilidad y le pregunto... ¿lo estamos haciendo bien?  y le respondo, no y entonces la conclusión, una vez más, es lógica y elemental: ¿Qué esperamos para hacerlo bien?

Jorge Rivas Figueroa

Administrador Público

Licenciado en Ciencias Políticas

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