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La Tribuna
Columnista

Solidaridad, un valor necesario más allá de agosto

Faviola Inostroza

Dirección de Formación de Identidad
Universidad Santo Tomás Los Ángeles

por Faviola Inostroza

En Chile, agosto ha sido bautizado como "mes de la solidaridad" y en específico, el 18 de agosto se conmemora el "día de la solidaridad", instaurado por el Congreso Nacional en 1994, dado que ese día en 1952 falleció San Alberto Hurtado.

La figura del Padre Hurtado representa valores de fraternidad y solidaridad, para quien uno de los objetivos trazados en su vida fue transformar la estructura de la sociedad existente, para ir en ayuda de quienes más lo requerían, lo cual en su contexto socio-histórico pensaba que era preciso para hacer frente a las dificultades asociadas a la miseria y pobreza extrema.

Ahora bien, el constructo solidaridad posee bastantes perspectivas que se alojan desde su etimología o desde diversas disciplinas como el derecho, antropología y teología entre otras, pero una definición que cobra sentido en los tiempos actuales podría asociarse a que "La solidaridad se desprende de la naturaleza misma de la persona humana, indicando que los individuos no están solos, prefieren vivir acompañados porque el hombre, social por naturaleza, no puede prescindir de sus iguales ni tampoco intentar desarrollar sus capacidades de manera independiente" (Moënne, 2010). Es por esto, por lo que para que las sociedades hagan de la solidaridad una práctica común entre las personas y no sólo como una conmemoración una vez al año, se puede proveer de varios sinónimos que nos permitan repensar nuestra naturaleza unificadora, encontrando, por ejemplo: conexión, amor, apoyo, hermandad y protección, lo cual nos permitiría acercarnos a la etimología de la palabra solidaridad que reconoce que es un vínculo complicado pero a la vez se constituye como sólido, completo, perfecto y sin trucos superfluos.

En ese sentido, desde la mirada de Santo Tomás de Aquino, la solidaridad como principio, es el conocimiento propio de la necesidad y la importancia de vivir en comunión y unidad, por lo que es esencial para la sociedad porque promueve la cohesión social, reduce la inequidad y protege a las personas en situación de vulnerabilidad, promoviendo una cultura de cooperación y fortalecimiento del tejido social, por lo que se convierte en uno de los valores fundamentales para la consecución de una sociedad más justa, igualitaria y humana.

Pero, la solidaridad, como todo conocimiento debe ser impulsado, motivado e internalizado, por lo que quisiera relevar uno de los pensamientos de María Montessori que es coherente para las generaciones actuales y nuestro compromiso para la sostenibilidad, el que versa "Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz", por lo tanto,  aquí el aprendizaje social toma un rol protagónico en cuanto a fomentar el respeto, la empatía y la compasión entre las personas, ya que cuando nos solidarizamos con los demás, nos preocupamos por su bienestar y nos esforzamos por contribuir a su felicidad, lo cual nos lleva a la práctica de una actitud que genera relaciones más saludables y armoniosas entre los miembros de la sociedad.

Faviola Inostroza

Dirección de Formación de Identidad

Universidad Santo Tomás Los Ángeles

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