Regístrate Regístrate en nuestro newsletter
Radio San Cristobal 97.5 FM San Cristobal
Diario Papel digital
La Tribuna
Columnista

A 30 años del genocidio de Ruanda: Aprendizajes y desafíos pendientes

Mauricio Cox

Vocero Voces Católicas

por Mauricio Cox

El pasado15 de julio de 2024 se cumplieron 30 años del fin del genocidio en Ruanda, pequeño país ubicado en África del este. Se trata de uno de los episodios más trágicos de la historia reciente de nuestra humanidad, donde aproximadamente 800.000 personas, en su mayoría tutsis, fueron asesinados a manos de hutus extremistas en un conflicto entre las dos etnias.

Durante un período de 100 días, entre el 7 de julio y el 15 de julio de 1994, se llevaron a cabo asesinatos, violaciones, torturas y la destrucción de propiedades. Miles de personas buscaron refugio en iglesias, escuelas y edificios gubernamentales, pero muchos de estos lugares dejaron de ser seguros y se convirtieron también en espacios de masacre. Al mismo tiempo, esta tragedia nos recuerda las terribles consecuencias del fracaso de la comunidad internacional por su inacción y falta de intervención. Los sucesos de Ruanda demuestran las consecuencias que puede haber si fracasa la comunidad internacional.

Los hutus y los tutsis son los dos grupos étnicos principales en Ruanda. Aunque comparten la misma cultura, religión y lengua, han experimentado tensiones y conflictos a lo largo de la historia. La principal diferencia entre ambas etnias es su ocupación económica: mientras que los tutsis se han dedicado a la ganadería, los hutus se han ocupado de la agricultura.

Durante el periodo colonial, el gobierno belga consideró superiores a los tutsis y les favoreció con una mejor educación y la posibilidad de conseguir ciertos puestos de trabajo en el ámbito militar y administrativo. Esto hizo que los hutus, que habían quedado relegados a un segundo plano, empezaran a sentir cierto resentimiento por sus vecinos.

En 1959, tres años antes de que Ruanda lograra su independencia, los hutus derrocaron al entonces rey tutsi y asesinaron a miles de personas de este grupo, provocando que muchos se marcharan a otros países. Allí, exiliados tutsis formaron un grupo rebelde, el Frente Patriótico Ruandés (FPR), que buscaba derrocar al nuevo gobierno liderado por los hutus.

Tras décadas de tensiones, el detonante del genocidio se produjo el 6 de abril de 1994. El avión en el que viajaban el entonces Presidente de Ruanda, Juvenal Habyarimana, y el presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira, ambos hutus, fue derribado, provocando la muerte de ambos.

Los extremistas hutus culparon del ataque al avión al FPR, liderado por los tutsis, e iniciaron una matanza contra ellos. Tomaron el control de carreteras y emprendieron una búsqueda casa por casa de todo aquel que fuera tutsi para asesinarlo. Alrededor de 10.000 personas fueron asesinadas cada día, mientras la comunidad internacional no intervenía.

El 15 de julio de 1994, el Frente Patriótico Ruandés (RPF), liderado por el actual presidente Paul Kagame, llega a la capital Kigali, tomando con ello el control de Ruanda y dando por finalizada la masacre.

Sin embargo, el genocidio en Ruanda no solo constituye una tragedia, sino también una fuente de aprendizajes y profundas reflexiones sobre la condición humana, la sociedad y la responsabilidad por la paz y la prevención de futuras atrocidades como la vivida en Ruanda hace 30 años. Más aún si contemplamos el actual panorama político internacional donde persisten muchos conflictos, como en Ucrania, la Franja de Gaza, Sudán y la República Democrática del Congo. En todas las situaciones nombradas, el papel de la comunidad internacional es crucial y aunque podamos debatir si estos conflictos se ajustan a la definición de genocidio, algunos comparten características similares.

Por eso, nos parece muy importante reflexionar sobre las circunstancias que pueden llevar a las personas a cometer actos de extrema violencia y la necesidad de abordar las causas profundas de los conflictos, como la desigualdad, la injusticia, la discriminación y la falta de cohesión social. Si pensamos en lo vivido en Chile el 2019 e intentamos explicar sus causas más profundas, encontraremos algunos factores similares que estuvieron a la base de las manifestaciones masivas y graves disturbios originados en Santiago y propagados a varias provincias de nuestro país.

Por último, la educación y la preservación de la memoria son cruciales para evitar que estas atrocidades se repitan. Es fundamental enseñar a las futuras generaciones sobre los peligros del odio y la importancia de la tolerancia y la comprensión; ya que el país o sociedad que no conoce su historia, está condenada a repetirla. Por tanto, reflexionar sobre estos aprendizajes y desafíos pendientes que nos deja el genocidio de Ruanda, nos puede guiar en la construcción de un futuro más pacífico y justo para todos.

Mauricio Cox, vocero Voces Católicas

Síguenos: Google News
banner redes
banner redes banner redes banner redes banner redes banner redes

¿Quieres contactarnos? Escríbenos a [email protected]

Contáctanos
EN VIVO

Más visto