Opinión

San Alberto Hurtado, digno de ser imitado

Arzobispo de Santiago de Chile

El Papa nombra a Fernando Chomali nuevo arzobispo de Santiago de Chile, Vaticano
El Papa nombra a Fernando Chomali nuevo arzobispo de Santiago de Chile / FUENTE: Vaticano

El 18 de agosto de 1952 murió a los 51 años el sacerdote jesuita Luis Alberto Miguel Hurtado Cruchaga. Era joven, sin embargo, tuvo una vida sin igual. El año 2005 lo canonizaron, pasó a ser nombrado San Alberto Hurtado.

Para recordar al Padre Hurtado se instituyó en Chile el día de la solidaridad el 18 de agosto. ¿Por qué? Porque el Padre Hurtado entregó su vida a Dios y a los demás de manera admirable. La lectura de los evangelios y la oración lo llevó al sacerdocio, y la hondura espiritual que recogió de San Ignacio de Loyola lo hizo dedicarse de lleno a los demás. Esa entrega se manifestó en muchos ámbitos: los múltiples retiros espirituales que predicó; su gran interés por la justicia social; su cercanía con el movimiento obrero; el haber fundado la revista Mensaje, que hasta hoy sigue sus pasos; y, por último, sacar adelante el magnífico Hogar de Cristo que sigue plenamente vigente.

San Alberto Hurtado era un hombre de oración profunda, y por ello nada de lo que aconteciera en el mundo le era indiferente. Su acción estaba marcada por la pregunta ¿qué haría Cristo en mi lugar?

El santo chileno es admirado en muchas partes del mundo. Hoy, más que ser admirado, ha de ser imitado. Seguir sus pasos es un camino excelso para seguir los pasos de Cristo, transformar el mundo y dejarlo en mejores condiciones que el que recibimos nosotros. Hoy necesitamos, más que nunca, su inspiración, su intercesión y sus enseñanzas. Él siempre buscaba el bien y en ciertos sectores de la sociedad fue incomprendido. Sin embargo, tenía claro que el testimonio de estar con el necesitado más que hablar del necesitado era hacer la voluntad de Dios.

Y a él quería aquello: hacer la voluntad de Dios, la que se puede llevar a cabo mirando a Cristo en el que más lo necesita. El Padre Hurtado fue un hombre profundamente feliz. Y lo fue porque su vida     fue una constante entrega hacia los demás.

Hagamos que todo el año sea un 18 de agosto y descubriremos que hay más alegría en dar que en recibir, en pensar más en los demás que en uno mismo, y en saber que el mejor pan es el compartido.

Es muy hermoso que cientos de calles, parroquias, capillas, colegios y una universidad llevan su nombre. Está grabado a fuego en la vida de los chilenos. Ello nos debe llenar de orgullo, pero, sobre todo, de un compromiso firme de trabajar por la justicia social, por una sociedad más equitativa y fraterna.

La pregunta, ¿qué haría Cristo en mi lugar?, está más vigente que nunca y exige de nosotros una respuesta diaria.

+Fernando Chomalí Garib

Arzobispo de Santiago de Chile

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