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La Tribuna
Columnista

El modelo capitalista chileno en llamas

Mario Morales Burgos, Profesor

por Mario Morales Burgos, Profesor

El término de la Guerra Fría, en el siglo pasado, marca una serie de hitos, pero especialmente deja en evidencia el triunfo del modelo capitalista versus modelo marxista, tras el impresionante derrumbamiento de la Unión Soviética y del odioso "Muro de Berlín", el cual simbolizaba que el mundo estaba dividido en dos mitades, donde dos grandes bloques se disputaban el poder político, social, económico y territorial. Para el escritor y filósofo japonés Francis Fukuyama, ("El fin de la historia y el último hombre") señala que este evento representa el fin de la historia como lucha ideológica, dejándonos un mundo final cuya base de sustentación será una democracia liberal.

La profecía de Fukuyama se cumple a medias, pero sí es muy certero al señalar la expansión del liberalismo económico que lleva a fundar un nuevo orden el cual se expresa en la globalización o mundialización de todos los procesos. A la luz de lo vivido en la historia reciente, se puede afirmar que ni marxismo ni capitalismo han sido capaces de resolver las demandas de la sociedad contemporánea, por el contrario, han contribuido a agudizar las diferencias, dando origen a una sociedad muy desigual.

El modelo marxista se apropia del Estado y sus instituciones, ahogando al ciudadano y cancelando toda posibilidad de movilidad social, huelga decir que también cancela todo tipo de participación y derechos. Por otro lado, el capitalismo brega por hacer desaparecer al Estado como ente rector y regulador del quehacer socio económico. Los modelos neoliberales sienten que el Estado con sus normas y su facultad fiscalizadora se transforman en una camisa de fuerza, que asfixia y que limita la libertad "económica".

Un buen ejemplo de esto último lo encontramos en nuestro propio país, donde hemos podido constatar cómo el neoliberalismo arde en llamas, al conocerse con todo tipo de detalles las fórmulas que el modelo utiliza para corromper y destruir la institucionalidad del Estado. Todo el país ha podido informarse y conocer ampliamente, a través del enjuiciamiento del caso "audios del abogado Hermosilla y Villalobos" de cómo estos operadores de los grandes capitalistas, sobornaban a empleados públicos de diferentes servicios e instituciones del Estado llevando a cabo una estrategia muy elaborada, para eludir impuestos y para "torcerle la nariz a la ley".

La llamada "democracia liberal" que anunciaba Fukuyama, en el "Fin de la historia y el último hombre", muestra aquí el feo rostro de sus protagonistas, quienes se sienten amparados por el poder político y económico para actuar y atropellar la ética y la moral social de nuestro país, sembrando el caos y la desconfianza y haciendo sentir que para ellos y su poder no hay normas ni leyes que puedan detenerlos.

La institucionalidad jurídica de nuestro país se enfrenta, hoy, a un enorme desafío y también a una gran oportunidad para demostrarnos si todavía somos un Estado de verdad, donde todos sus ciudadanos, sin ninguna exclusión, están obligados a respetar la ley y el Estado de Derecho, que tanto no ha costado reconstruir y que, por ello mismo, ningún chileno está dispuesto a tolerar que el poder económico pretenda destruir y apoderarse de sus instituciones.

Es urgente recuperar los valores éticos y la moral social, esa que marca la brillantez y la grandeza de la civilización humana.

Mario Morales Burgos

Profesor

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