La sociedad contemporánea se encuentra inmersa en un proceso de transformación constante, impulsado por el avance vertiginoso del conocimiento, la tecnología y la ciencia. Este panorama nos presenta desafíos y oportunidades sin precedentes, y nos lleva a replantear los conceptos fundamentales de la educación. En este contexto, se hace imperativo adoptar un enfoque que reconozca y abrace la incertidumbre como una característica inherente de nuestro tiempo. Como bien se ha expresado, "lo más cierto es lo incierto", y es nuestra responsabilidad educar a las nuevas generaciones para que no solo se adapten, sino que también prosperen en un mundo laboral en el que desaparecen empleos tradicionales y surgen nuevas profesiones a un ritmo acelerado.
La educación, en su esencia, debe ir más allá de la transmisión de conocimientos estáticos. En lugar de enfocarnos únicamente en la acumulación de información, debemos cultivar habilidades que permitan a los estudiantes desarrollar pensamiento crítico, creatividad y resiliencia. Debemos fomentar un aprendizaje que no se limite a lo que se conoce hoy, sino que prepare a los jóvenes para lo desconocido de mañana. Esto implica enseñarles a ser aprendices permanentes, capaces de adaptarse y reinventarse a lo largo de su vida.
Asimismo, es fundamental integrar la tecnología en el proceso educativo de manera reflexiva y crítica. La tecnología no es solo una herramienta; es un motor de cambio que redefine la manera en que nos comunicamos, trabajamos y aprendemos. Al incorporar habilidades digitales en el currículo, podemos empoderar a nuestros estudiantes para que se conviertan en creadores de contenido y no solo en consumidores pasivos. Esto les permitirá no solo adaptarse a nuevas herramientas, sino también comprender su impacto en la sociedad y en el futuro laboral.
Además, es crucial fomentar un entorno educativo que valore la colaboración y el trabajo en equipo. En un mundo interconectado, la capacidad de trabajar con otros, de compartir ideas y de construir soluciones colectivas es esencial. La diversidad de pensamientos y experiencias enriquece el aprendizaje y prepara a los estudiantes para enfrentar los desafíos globales que se les presentarán.
Finalmente, debemos cultivar en nuestros estudiantes una mentalidad abierta hacia el cambio y la innovación. La incertidumbre puede generar miedo, pero también es un terreno fértil para la creatividad y el emprendimiento. Alentar a los jóvenes a explorar, a experimentar y a aprender de sus fracasos es fundamental para que se conviertan en agentes de cambio en sus comunidades y en el mundo.
En conclusión, al enfrentar el futuro incierto que nos espera, debemos asumir el reto de reimaginar la educación. Preparar a las nuevas generaciones para enfrentar la incertidumbre no solo es una de nuestras responsabilidades; es una oportunidad para construir un futuro más resiliente, inclusivo y lleno de posibilidades.
Ese es el trabajo que desarrollamos en el Liceo Bicentenario de Excelencia Nuevo Mundo de Mulchén, estamos comprometidos con esta visión, trabajando cada día para formar personas capaces de navegar en un mundo vertiginoso y en constante cambio. La idea es que se atrevan a soñar y, con ello, que se atrevan a construir un mañana mejor.
Eduardo Fuentes Barra
Profesor Educación General Básica
Director del liceo Bicentenario de Excelencia Nuevo Mundo de Mulchén
Magister en Educación en Valores y Democracia en América Latina
Magister en Neuro Ciencias en Educación universidad Mayor
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