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La Tribuna

La intolerancia a veces se disfraza de democracia

por Leslia Jorquera

Si un partido o movimiento X propone un proyecto de trabajo, el partido o movimiento Y lo destruye sin siquiera conocerlo en profundidad. Como es del oponente no es válido. Esa actitud no construye nada, no es democrático, no es un aporte y no permite desarrollar y avanzar como país. Si no somos capaces de dialogar y buscar puntos en común, la democracia no sirve para nada.

Si un partido o movimiento X propone un proyecto de trabajo, el partido o movimiento Ylo destruye sin siquiera conocerlo en profundidad. Como es del oponente no es válido. Esa actitud no construye nada, no es democrático, no es un aporte y no permite desarrollar y avanzar como país. Si no somos capaces de dialogar y buscar puntos en común, la democracia no sirve para nada.

 

En nuestro país cada día surgen nuevas corrientes políticas, o sociales que buscan bajo sus códigos, el bien común o el bienestar de las personas.

Cada sector, desarrolla cartas de navegación que le permitan avanzar en sus objetivos de desarrollo o que permitan generar los cambios que ellos consideran justos para la población del país.

El problema se genera cuando se cae en el fanatismo y la intransigencia frente a la crítica o las observaciones. Justo en este punto es donde a muchos se les olvida el sentido de la política el cual no es otra cosa que llegar a consensos que dejen satisfechos a la mayoría de los ciudadanos del territorio. Lo vemos con las extremas ideológicas de nuestro país, pero lo curioso es que en el último tiempo incluso ha afectado al centro, que debía ser la balanza que hace el contrapeso.

Cada sector de nuestra sociedad, más en un año electoral, está buscando lograr un escaño, ya sea en los gobiernos regionales, el Parlamento o la Presidencia de la República, sin embargo, las ansias de poder –aparentemente-  en la mayoría de los casos, se está poniendo sobre los ideales.

Si un partido o movimiento X propone un proyecto de trabajo, el partido o movimiento Y lo destruye sin siquiera conocerlo en profundidad. Como es del oponente no es válido. Esa actitud no construye nada, no es democrático, no es un aporte y no permite desarrollar y avanzar como país. Si no somos capaces de dialogar y buscar puntos en común, la democracia no sirve para nada.

Es hora de comenzar a tomar otra actitud frente a los cargos de elección popular y también respecto a la forma en que se hace política en nuestro país. El respeto que debe existir en toda relación entre seres humanos, es clave para todo lo que se quiera. No podemos actuar como dictadores frente a lo que queremos imponerle al país.

Hoy la realidad de Chile es que todo se está polarizando demasiado y esto no le trae nada bueno a la gente, la economía y la sociedad, lo único que genera son divisiones.

Lo peor es que cuando se acaban los argumentos, empiezan las descalificaciones y todo es peor. Reflexionemos por nosotros, por los nuestros y por cada uno de los habitantes de este hermoso territorio.

 

 

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