Opinión

Tucapel es Mi Capel

Felipe Figueroa, Cedida
Felipe Figueroa / FUENTE: Cedida

(Primera parte)

La lucha fue titánica. Ten Ten y Cai Cai, el dios de la tierra y el dios de las aguas, combatían como nunca. Todo se resolvía en la tierra y en el mar. Subían los montes o subían las aguas, era un ir y venir de fuerzas telúricas, hasta que ya no fue más y vino la calma y en ese silencio constructivo, entre la tierra nueva y las aguas nuevas, se formaron multitud de valles a los pies de la cordillera y a uno de esos, los hombres debieron llamarle "Antupel" que en la lengua se la tierra, se traduce como Valle del Sol, por la hermosura de sus colores y la tibieza de su sol en invierno y lo potente del mismo en el verano.

Muchos, muchos años después, llegaron otros hombres a las tierras verdes del sur del continente y la gente de la tierra supo recién que esa gran tierra que ellos pisaron en su peregrinar, se llamaba América y que parte de la tierra que ellos ocupaban, era llamada Chile.

Se instaló el nuevo Reino de Chile y Capitanía General y surgieron asentamientos humanos, por aquí y por allá, y por allá surgió uno que se llamó Tucapel de Cañete, cerca de la costa. Ese cayó en pos de la defensa de los Hombres de la Tierra, por su tierra. Allí fue muerto el Capitán don Pedro de Valdivia por las huestes del toqui Leftraru, casi 200 años antes, que surgiera el que ahora nos convoca. Pero los hombres llegados, porfiados que eran ellos, lo trasladaron desde la costa a la cordillera.

Corría entonces el año 1724 en el Reino de Chile y el gobernador don Gabriel Cano y Aponte mandaba a construir un nuevo fuerte de avanzada en la precordillera de la zona del Biobío, a la orilla norte del río Laja, en una pequeña loma, de lo que se llamaba ya en aquel tiempo como la Isla de la Laja. Lo bautizaron como Tucapel para recordar el que había sido quemado allá en la costa y le agregaron el nombre de San Diego de Alcalá y allí entonces comenzó la historia de este territorio, al que ahora llamamos solamente Tucapel.

El Fuerte San Diego de Tucapel recibió bendiciones, curas y frailes, capitanes, soldados y vecinos, seguramente, pues la historia no lo consigna claramente, un día 13 de noviembre, del año del Señor de 1724. Llegaron también perros y gatos, gallos y gallinas y sus huevos. También ovejas y corderos, y vacas y caballos y colgados a sus cuellos venían arados y sacos de cáñamo trenzado, venían semillas de muchas especies. Entre todo esto y las cruces y las espadas y las cruces, venía trigo. Como dijo Pablo Neruda, "la luz vino, a pesar de los puñales". Olvidar no podemos y decirlo debemos. En las manos de los vecinos veían laúdes, guitarras y panderos. Desde el día uno, vino la fiesta señores.

No hablaremos aquí de batallas o asaltos entre mapuche y españoles o más de algún criollo, consignaremos sí que en 1821 fue quemado el fuerte original y las familias tomaron posesión de los terrenos aledaños a lo que había sido el fuerte. Ya en el gobierno de don Manuel Montt, en 1855, fue asentado en su actual ubicación. Diremos también que el 27 de diciembre de 1891 fue creada a comuna autónoma de Tucapel, como parte del departamento de Rere. Su primer alcalde fue don Francisco Fritz.

La comuna de Tucapel, en 1927, pasará a formar parte del departamento de Yungay en la provincia de Ñuble y luego en 1980, sufre un nuevo cambio y pasa a formar parte de la provincia de Biobío (continuará).

Felipe Figueroa

Vecino de Tucapel

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