Opinión

Por una cultura de respeto: prevención de la violencia desde la juventud

Seremi de la Mujer y la Equidad de Género en Biobío.

Camila Contreras, Seremi de la Mujer, Seremi de la Mujer
Camila Contreras, Seremi de la Mujer / FUENTE: Seremi de la Mujer

En la lucha por erradicar la violencia contra las mujeres, la prevención debe ocupar un lugar central. Si bien las políticas públicas, como la Ley Integral de Violencia contra la Mujer, han significado avances sustanciales en la protección y reparación de derechos, es crucial enfatizar la raíz del problema: la educación afectiva y social desde la primera infancia y juventud.

La violencia no nace de la nada. Los primeros vínculos afectivos que desarrollan niñas y niños moldean su visión del mundo, de sí mismos y de sus relaciones. En estos espacios, muchas veces permeados por el machismo y los estereotipos de género, comienzan a gestarse dinámicas desiguales que luego se traducen en relaciones abusivas o controladoras. Aquí radica la importancia de fortalecer la educación no sexista en todos los niveles del sistema educativo. Más que eliminar contenidos discriminatorios, se trata de construir una mirada que valore la igualdad, el respeto mutuo y la resolución pacífica de conflictos.

Sin embargo, el rol del Estado no puede ser suficiente sin el involucramiento activo de la sociedad civil. Las familias, comunidades, espacios deportivos y culturales, y los propios jóvenes son actores fundamentales en este cambio cultural. En especial, es indispensable invitar a los varones a ser parte activa de esta transformación. Promover en ellos modelos de masculinidad positiva, donde el cuidado, la empatía y el rechazo a la violencia se vean como expresiones de fortaleza, no de debilidad, es clave para romper con los ciclos de violencia.

La Ley Integral de Violencia contra las Mujeres establece un marco para avanzar en estas políticas de prevención. No obstante, su implementación debe ir acompañada de un compromiso colectivo. Las campañas de sensibilización, los programas de acompañamiento en establecimientos educativos y los espacios de reflexión comunitaria son herramientas concretas que deben ser potenciadas.

Es urgente entender que la violencia no es un problema exclusivo de las mujeres: nos interpela a todas y todos. Desde nuestras acciones cotidianas hasta las decisiones políticas más amplias, debemos asumir la responsabilidad de construir una sociedad que garantice a las mujeres vivir libres de miedo. Prevenir no es solo responsabilidad del Estado, es una tarea compartida. La erradicación de la violencia debe ser un compromiso intergeneracional y transversal, donde cada actor se convierta en parte de la solución.

Camila Contreras Pereira

Seremi de la Mujer y la Equidad de Género en Biobío.

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