Hace unos días, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) entregó nuevos antecedentes sobre un tema que ha estado presente desde hace algún tiempo: la baja natalidad en Chile, especialmente en jóvenes que eligen no ser padres. Esta disminución en la tasa de natalidad se ha convertido en un indicador clave de las transformaciones en las dinámicas sociales y económicas del país.
Según el último informe del INE, hasta agosto de 2024 se han registrado 11.075 nacimientos en Chile, una alarmante caída del 20,9% en comparación con el mismo período del año anterior. El Registro Civil también respalda esta cifra y revela que en 2023 se registraron 173.920 nacimientos, la cifra más baja de la última década. Esta tendencia se observa desde 2014, cuando se contaban más de 251 mil partos.
La provincia de Biobío refleja esta preocupante realidad. Datos del Complejo Asistencial "Dr. Víctor Ríos Ruiz" de Los Ángeles muestran una baja significativa en los nacimientos: en 2014 hubo 4.403 partos, mientras que en 2023 la cifra cayó drásticamente a 2.699. En lo que va de 2024, apenas se registran 1.830 partos.
A finales de 2022, el INE alertó sobre esta situación en su conferencia "Transición demográfica y envejecimiento de la población en Chile", destacando que el país se encuentra en una "etapa avanzada de envejecimiento demográfico". Este fenómeno no solo afecta la estructura poblacional, sino que plantea desafíos futuros en áreas como salud, economía y educación.
La baja natalidad preocupa cada vez más a autoridades y especialistas, quienes destacan la necesidad de implementar políticas públicas que incentiven el crecimiento demográfico y afronten los retos de una población envejecida. Esta tendencia invita a reflexionar sobre sus causas y las posibles implicaciones para el futuro demográfico y social del país. ¿Qué está sucediendo en nuestra sociedad para que la natalidad disminuya tan pronunciadamente?
Al respecto, el Dr. Óscar Espinosa Cantero, especialista en Medicina Reproductiva en la Clínica de la Mujer y Medicina Reproductiva de Viña del Mar, explicó que este fenómeno tiene múltiples causas, siendo una de ellas el encarecimiento de la vida.
El especialista también menciona que la edad promedio para tener el primer hijo ha aumentado en las últimas décadas, una tendencia visible también en países desarrollados. Según él, esto no es solo una decisión individual, sino una respuesta a la presión que enfrentan las mujeres para cumplir con expectativas de "adultez responsable".
Las estadísticas muestran que, a medida que la sociedad avanza, el concepto de familia y maternidad se redefine. Es fundamental que las autoridades reconozcan y respondan a estos cambios para asegurar un futuro sostenible.
En cuanto a las medidas para abordar esta situación, Espinosa subraya la necesidad de integrar la maternidad en el desarrollo personal y profesional de las mujeres, sin que esto implique postergarla.
Políticas como la extensión del postnatal y un mayor acceso a salas cuna son avances, aunque insuficientes. "Falta integrar la crianza en la planificación estratégica de las empresas y las instituciones del Estado. Eso no se hace", comenta Espinosa, sugiriendo también la posibilidad de implementar la preservación de óvulos para mujeres que desean postergar la maternidad sin comprometer su fertilidad.
Frente a este panorama, resulta urgente desarrollar políticas públicas que fomenten el crecimiento demográfico y apoyen a las familias para enfrentar las implicaciones de una población cada vez más envejecida.
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