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La Tribuna

Galería de personajes populares de Los Ángeles (Primera parte)

por Juvenal Rivera Sanhueza

En distintas etapas de nuestra historia local, tenemos a personajes hombres y mujeres que son parte de la memoria colectiva de los angelinos. Son verdaderos personajes populares que los reconocemos y los rememoramos, especialmente cuando echamos a volar la máquina de los recuerdos.

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¿Conoce a Juan Carlitos? ¿O a Don Chalita avivando a la hinchada iberiana en el estadio? ¿O la Bombera por haberle dado un manguerazo en las canillas? ¿Se acuerda de la Meche? ¿O al Yerbatero y su particular canto con que voceaba sus productos naturales?

En distintas etapas de nuestra historia local, tenemos a personajes - hombres y mujeres - que son parte de la memoria colectiva de los angelinos.

Son verdaderos personajes populares que los reconocemos y los rememoramos, especialmente cuando echamos a volar la máquina de los recuerdos.

Son personajes únicos, son parte de nuestra historia, de todos nosotros. Porque, además de todo, son parte de nuestra identidad.

Acá, una selección de algunos de ellos.

1.- La Bombera

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Quien haya vivido en Los Ángeles en los últimos años, está casi en la obligación de saber quién fue La Bombera, ese personaje de casco que se veía por las calles de la ciudad o instalada por Colón, frente a Carabineros. De semblante severo, más de alguien sufrió el rigor de sus manguerazos en los pies. En más de una ocasión fue dada por muerta meses, hecho que causó revuelo a nivel local aún cuando su deceso fue descartado.

En 2017 falleció, incrementando el mito sobre su persona, más aún cuando se le encontró una importante suma de dinero entre sus pertenencias. Ahí también se conoció su nombre: Elsa Véjar Pérez. Fue sepultada con pompa y ceremonia.

2. La Aurora

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La Aurora fue una mujer que vivió por muchos años en plena calle, por Néstor del Río, en el sector villa Hermosa, paradojalmente a unos pocos pasos del hogar de ancianos Don Orione.

Se dice que aunque varias veces se le ofreció la posibilidad de un mejor pasar en ese asilo de adultos mayores, ella siempre lo rechazó. También cuando más de alguien le quiso abrir las puertas de su casa para que tuviera seguridad de techo y comida. Sin embargo, como ella misma decía, prefería su "rincón".

La calle fue su hogar. Vivía de la generosidad de sus vecinos y de quienes la conocían para que recibiera alimento y ropas para vestir, especialmente en los tiempos de lluvias y fríos muy intensos. Falleció a principio de los años 90.

3. El Yerbatero

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Si le hablo de Romilio Antonio Valdebenito Ortega, probablemente no le diga nada. La situación cambia se me refiero al Yerbatero, uno de los personajes más populares y entrañables de Los Angeles.

Fue el mayor de 13 hermanos de una familia era originaria de las cercanías de Santa Fe. Recolectaba plantas medicinales en los campos cercanos pero fue conocido en la ciudad por ofrecer sus remedios, los mismos cuyos atributos voceaba en la calle con un canto agudo característico que servía para disimular su tartamudez.

El 6 de junio de 1992, el Yerbatero (58 años) murió atropellado por el camino a Nacimiento, llevándose los secretos de una actividad que existía gracia a él.

4. El Manicero

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Se llamaba Carlos Espinoza, vivía en la población Dávila y le apodaban El Mono, aunque para los angelinos de los años 70, 80 y 90, fue conocido solo como El Manicero.

Ofertaba su producto acompañado de su carrito, el 501 (que hoy se encuentra en los corralones municipales). Gracias a un ingenioso sistema de calor y presión de agua, anunciaba su presencia a través de un silbato muy parecido a las tradicionales locomotoras a vapor.

En más de una ocasión, su carro fue estropeado por algún conductor desprevenido. La última vez que pasó algo así fue en los años 90 y el municipio de Los Angeles corrió con los gastos para entregarle un nuevo tren como el que ilustra la fotografía. Fallecería a fines de la misma década.

5. El Vinagre

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Se llamaba Fernando Valenzuela Urrutia y era conocido por su coprolálico hablar, especialmente a las mujeres en la calle. Se dice que lo hacía por una suerte de despecho, de molestia por un amor no correspondido en su momento.

Se dice, sin embargo, que sin alcohol era un buen conversador que no apelaba a las groserías y que contaba chistes de salón sin decir una mala palabra.

El apodo El Vinagre se lo habría ganado debido a que recorría la ciudad vendiendo ese producto. Existe una fotografía de él en que parece dando un efusivo beso al ex Presidente Sebastián Piñera.

El final de sus días ocurrió a mediados de la década pasada en las instalaciones del Hogar de Cristo en Los Angeles donde tuvo techo y comida después de muchos años de vagar por las calles.

6. El Tatay

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Una vida salpicada de anécdotas que lo encumbraron al listado de grandes personajes populares fue la que tuvo Róbinson Eduardo Poblete Salinas, conocido como El Tatay, quien siempre se hacía acompañar de un burro.

Era una suerte de bufón que alegraba los días generalmente mustios de Los Ángeles: solía ganar los concursos de cueca en las fiestas patrias, se disfrazaba de forma muy divertida en las fiestas de la primavera. Fue famosa la ocasión en que se vistió de mujer y, como tal, coronó uno de los carros alegóricos. También participaba en cuanto desfiles hubiese, siempre con la compañía de su animal.

Estuvo más de 40 años recorriendo las calles de la ciudad, siempre junto a su burro y la carreta parta los fletes. Eso sí, Tatay  no tuvo un solo borrico. Fuero  cuatro en total.

Nacido en Santa Bárbara, fue el menor de cuatro hermanos. A poco de haber nacido, su familia se trasladó a Los Angeles, específicamente en la esquina de calles Freire con Lync

El Tatay murió el 3 de noviembre de 1978 en el asilo de ancianos del hospital cuando solo tenía 63 años. La noticia de su deceso corrió como rapidez por toda la ciudad.

Su velatorio y funeral fueron un acontecimiento público. Las máximas autoridades militares y civiles de ese tiempo, así como la ciudadanía en general, asistieron de forma masiva a tributarle el postrero adiós en el cementerio general de la ciudad. Sus restos terminaron sepultados en el mausoleo de la familia Godoy Villouta.

Su vida inspiró a un grupo de artistas locales Tatay para crear una obra de teatro titulada: El Hombre del Burrito. La pieza se presentó en el festival nacional de teatro realizado en julio de 1977 y obtuvo dos premios: mejor actor dramático y mejor dirección.

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